Pamela Palenciano: “Sufrimos y afrontamos mucha violencia por el hecho de ser feministas”
Su madre la bautizó con el nombre de una actriz de la serie Dallas y ella, Pamela Palenciano (Andújar, 1982), hoy día también es una actriz icono de equidad para las nuevas generaciones de chicas y de chicos. Ella se define a sí misma como ‘artivista’ y feminista. Aunque se licenció en comunicación audiovisual, se ha acuñado ese término que la sevillana Alicia Murillo inventó fusionando ‘activismo’ y ‘arte’. En el monólogo que interpreta, ‘No solo duelen los golpes’, se mete en la piel de la joven maltratada que fue, en la de su novio y verdugo, y pone voz a los espectadores reales que vivieron ese terrible episodio de su vida. Con esta pieza teatral intenta –y consigue– remover las vísceras del público ante la terrible problemática de la violencia de género. Por su interpretación recibe amenazas e insultos, han llegado, incluso, a interponerle una denuncia finalmente archivada. Palenciano tiene claro, por experiencia propia, que cuando eres mujer y feminista, “si te pueden machacar, te machacan”.
OP.- Tras moverte por todo el país, ¿crees que hay más machismo en Andújar que en otras zonas de España?
PP.- Andújar puede representar un pueblo profundo de cualquier rincón de Andalucía, de Madrid, de Galicia. No veo a Andújar más machista que en otras ciudades grandes en las que a veces pasan cosas que dices: “Madre mía, prefiero irme a mi pueblo”. Al final el machismo es explícito en un pueblo. En lo rural, en lo pequeñito, es más fácil detectarlo. En una gran ciudad todo es muy, muy, muy sutil, y para mí eso es peor.
OP.- ¿En la ciudad es muy sutil y en el pueblo digamos que está normalizado?
PP.- Está normalizado, pero también últimamente veo muchas redes de apoyo que nacen en los pueblos, mujeres que apoyan a otras mujeres. Quizá antes eso no estaba tan presente como ahora. En una gran ciudad hay más redes, pero lo sutil y lo clasista que es una ciudad a mí me asusta más que lo de un pueblo.
OP.- ¿Cuándo se deja de ser una mujer maltratada?
PP.- Yo creo que dejas de ser una mujer maltratada cuando rompes con la relación. Cuando sales de esa relación, para mí, ya no eres víctima, eres sobreviviente de esa violencia porque ya no estás en esa relación. Como la palabra víctima te dure mucho tiempo te revictimiza. Dicen: “Esta mujer es víctima”; pero si ya no está con él. Puede que sea víctima de la violencia institucional a la que se enfrentan muchas mujeres cuando denuncian que es terrible: te liberas de tu maltratador, pero no de la justicia. A veces dicen “bendito el día en el que denuncié” porque les siguen revictimizando. A mí me gusta más hablar de sobrevivencia, o si quieres supervivencia, pero nadie es súper de nada, los seres humanos somos más mediocres de lo que nos creemos.
OP.- ¿Se supera?
PP.- Sí, se supera. Hay heridas que se sanan, se colocan, pero tú nunca lo haces sola. No conozco a nadie que se haya enfrentado a cualquier trauma en su vida, de una relación abusiva, violenta o de cualquier otro trauma, que haya salido de eso solo o sola, por sí mismo. Es imposible. Necesitas siempre un acompañamiento, el que tú elijas, ya sea grupal, terapéutico, una buena amiga, un buen apoyo familiar… Pero que tú digas que te ha pasado una cosa terrible, voy a ver si lo supero… eso es imposible.
OP.- Y ellos, ¿dejan de ser maltratadores alguna vez?
PP.- Ellos no dejan de ser maltratadores porque tampoco tienen la conciencia de que tienen que dejar de serlo. Hay una sociedad que les avala como maltratadores. Ahora mismo hasta les permite llamarse hombres maltratados. En el estado español hay un quorum para que el maltratador de un argumento enrevesadísimo y nombrarse maltratado. Lo podrían dejar de ser si lo reconocen. Yo reconozco mis privilegios como madre, como blanca, como adulta, como heterosexual y si yo noto que estoy ejerciendo privilegios sobre otros, incluso violencia, reculo, y si yo puedo hacerlo, ¿por qué alguien más que lo ejerce no puede hacerlo? Si veo que vivo en ese lugar de poder y hago por bajarme, puedo cambiar, pero si no vivo muy bien mi película…
OP.- ¿Cuál ha sido el episodio más doloroso que has vivido a lo largo de toda tu vida?
PP.- Mi parto hasta que nació mi niño. Mi embarazo fue maravilloso, pero mi parto se alargó 27 horas. La cesárea de emergencia que tuve fue terrible, aunque estuve acompañada por gente muy querida por mí. Me he dado cuenta de que eso a mí me ha jodido mucho más que los dos intentos de Antonio (su maltratador) intentara matar, la violación… Nada que ver con el momento del parto.
OP.- ¿Y el momento en el que has tenido más miedo?
PP.- Ahora que me han denunciado. En El Salvador he estado en situaciones muy extremas, muy al límite, con amenazas indirectas de muerte, con la sensación de que te pueden matar en cualquier calle. El nivel de paranoia que tengo desde que me denunciaron no lo había tenido nunca tan fuerte. No sé quién va a entrar en mi monólogo y quién me va a denunciar. No tengo miedo físico, tengo miedo a perder mi tiempo con el poco que tengo, a verme en juicios, en los medios públicos, por mis hijos, por mi pareja, por mi familia más próxima… A mí eso me da un pavor terrible, quiero que me dejen en paz en mi trabajo.
OP.- ¿Cómo lo vive con su pareja?
PP.- Con mi pareja he aprendido y he sumado más cosas de las que he restado en mi vida. Llevamos once años. Es salvadoreño. Precisamente he aprendido mucho de él por su origen y su cultura, se ha deconstruido y se sigue deconstruyendo dentro de su masculinidad y me ha enseñado mucho, sobre todo a confiar, no solo en los hombres, sino en el amor (sonríe).
OP.- ¿Y no lo pasa mal por lo que te hacen?
PP.- Bueno, a veces le preocupa el nivel de exposición que yo tengo mucho porque me ve sufrir mucho. Le duele y le sorprende porque como latinoamericano pensaba que aquí nos enfrentaríamos a otra cosa porque supuestamente veníamos al primer mundo (hace el gesto de entrecomillar con las manos), un primer mundo más abierto, menos violento, y él está flipando con las cosas que pasan aquí. Por complejo latinoamericano, parece que toda la violencia más terrible está allá, cuando aquí pasan cosas muy sutiles o no habladas, y está viendo cómo ‘furula’ esto.
OP.- Actualizas tu monólogo ‘No solo duelen los golpes’. ¿Cuáles serán los siguientes proyectos que le sucederán? ¿Estarán relacionados con la violencia de género?
PP.- Tengo una obra infantil con unas amiga y mi hermana que es dirigir este mensaje a peques. Me ha gustado mucho la experiencia. Quiero dirigirle a mi hermana un monólogo que, aunque no parezca feminista lo será porque yo lo soy y ella también. Tendrá que ver con la violencia en el mundo de los castings, el éxito y el machismo que hay ahí, del triunfismo. Mi sueño futuro es tener una escuela de teatro, apoyarme con otra gente y hacer una especie de escuela en la que las personas hagan con su biografía una obra de teatro, que puedan llevarse también a las aulas, que hablen de violencia de género, de bullying, de violencia intrafamiliar, de violaciones, de experiencias duras que han vivido y que las han podido superar. Me encantaría verme de esta forma dentro de 20 años.
OP.- ¿Cómo ves el futuro de tu hija desde el punto de vista feminista?
PP.- Desconfío mucho del futuro que le espera a mi hija en cuanto al empoderamiento, a la libertad, le veo mucha presión como adolescente. Las redes sociales han hecho que tengan que ser perfecta pero por otro lado tienen un discurso feminista que me dice que puedo ser la mujer que me de la gana de ser. En mi juventud, en los 90, sentía menos presión. Me preocupa más mi niño que ella. A mi niña la estoy educando para que suba un nivel para que no la discriminen por ser niña y salvadoreña, es una doble pelea en este país racista. Sin embargo, mi niño, aunque nació en el Salvador es blanco como yo, no tiene aspecto latino, tengo que educarlo para que, cuando lo coloquen arriba aprenda a bajar. Es mucho más complicado educar a un niño para que baje. No sé qué masculinidad de futuro le espera, me preocupa que no se pueda mirar en un referente que no sea esa masculinidad encorsetada…
OP.- ¿Qué harías con el autobús de Hazte oír?
PP.- Me subiría y haría el monólogo.
OP.- ¿No te daría miedo?
PP.- No, porque a ese autobús me subiría con gente, no lo haría sola.
OP.- Hace unos meses, un humorista publicó un tuit en el llamaba ‘prostituta’ entre líneas a Inés Arrimadas. ¿Qué te parece?
PP.- Aunque yo no esté de acuerdo con todo lo que hace y dice Inés Arrimadas, siempre me va a molestar que un tío la llame así, con todo el respeto a las putas, que parece que las putas son lo peor cuando hay otros problemas peores que el tema de la prostitución que también deberíamos abolir como la esclavitud doméstica, de mujeres que trabajan de forma interna y les pagan una mierda. Tratar de denigrarla llamándola puta, opinar sobre ella, sobre su sexualidad o lo que ella es como mujer, a mí me jode, aunque yo no esté de acuerdo con ella y no sea sorora con ella, puesto que la respuesta de ella de cómo trata a las mujeres hace que yo no sea sorora con ella.
OP.- Se acusa a las feministas de defender solo a las “feministas de izquierdas”.
PP.- Claro, a mí me sale mucho más defender a toda la parte que estamos de acuerdo en un mundo que sea deconstruido, pero se me encoge el alma, me duele que ataquen, que le hagan eso para rebajarla, o que violen a una mujer. Pero su discurso político, su estar en el mundo, su clasismo y su burguesía, me tira para atrás como para mostrarme cien por cien a su favor, a su lado. El hecho de que tú seas mujer víctima de ciertas violencias no quita que después tú seas victimaria y, además, con mucho poder, entonces eso no me hace a mí decir que me voy a poner a su lado porque me repele, porque hace cosas parecidas a las que hacen algunos hombres.
OP.- ¿Cómo ves el panorama de las mujeres feministas y, por otro lado, el de las mujeres en general?
PP.- El panorama de las mujeres feministas ahora mismo es bastante complejo. Tenemos encima mucha presión. Cuando me has preguntado cómo me definía y he dicho ‘artivista’ feminista he pensado “ay”, aunque sé que en este medio lo puedo decir. Entre comillas, ahora mismo da un poco de miedo decirlo, parece como que solo eso es suficiente para que te denuncien. Sufrimos mucha violencia por el hecho de ser feministas, no solo ya por ser mujeres. Eres mujer y eres feminista… si te pueden machacar, te machacan.
En cuanto a las mujeres en general, a mí me gustaría que se acercaran al feminismo porque esto es una idea de vida humana, no es una ideología adoctrinadora de nada, es acercarnos a la humanidad desde el corazón, de luchar por llegar a ser equivalentes como seres humanos en derechos y oportunidades: mujeres, personas trans, personas con diversidad funcional e intelectual, criaturas, personas racializadas. Después del éxito rotundo a nivel nacional e internacional de este 8M, me quedo con las pilas puestas para seguir transformando este mundo.
OP.- ¿Crees que la lacra de la violencia de género puede acabar algún día en España?
PP.- Qué difícil pregunta. A mí me encantaría decirte que sí. Si no hay una transformación mucho más de raíz, está muy complicado. Ahora mismo estamos trabajando políticas en la punta del iceberg con las mujeres que son asesinadas; la parte de abajo nos importa más bien poco como sociedad, ahí que cada padre y madre eduque a sus criaturas como crean conveniente. No hay transformación social sin transformación individual, desde mi singularidad. Si yo desconecto de mi empatía y de mi humanidad, gana el capitalismo y el patriarcado.
OP.- ¿Qué siente Pamela cuando escucha “no es violencia de género, es violencia doméstica”?
PP.- Mucha tristeza porque las violencias tienen género, tienen clase, tienen raza, edad, cuerpos… La violencia instrumental es una cosa, la reactiva es otra, la rabia es una cosa, la agresividad es otra. Hay que diferenciar y ver la particularidad de cada cosa. La violencia doméstica, intrafamiliar, se da si de repente una mujer maltrata a un abuelo porque su físico se coloca por encima y el del abuelo está abajo, o violencia infantil cuando maltrata a sus criaturas… hay que poner cada cosa en su sitio si no nos liamos.
OP.- ¿Y cuándo oyes a una mujer decir “ni machismo, ni feminismo, yo creo en la igualdad”?
PP.- No sabe lo que está diciendo porque la igualdad –o la equidad–, en derecho y oportunidades no se consigue si no es a través de feminismo.
OP.- ¿Qué te gustaría que te preguntara?
PP.- Me gustaría que me preguntaran qué hacer con los hombres antes de que se conviertan en maltratadores, cómo educarlos de otra manera, cómo ponerles referentes simbólicos de otra masculinidad.
PP.- ¿Cuál es tu respuesta?
PP.- Trabajarlo desde todo el sistema, no pueden ser solo los padres y las madres. Tiene que haber referentes de otras masculinidades en todos sitios: en los hospitales, en las calles, en la escuela, en las casas, en los lugares públicos, las redes sociales en las películas, en los libros, tienen que haber hombres de otro tipo donde los niños puedan mirarse.

Periodista.
Magnífica entrevista y maravillosa Pamela. Me quedo con lo último, trabajemos la igualdad con los hombres desde todo el sistema, el referente masculino debe dejar de ser el de una persona agresiva, otras masculinidades son reales , son más liberadoras y son respetuosas, se puede ser ,masculino y respetuoso, estoy segura.