«Mi hermano y yo estaremos batallando por la igualdad y la justicia social hasta que dejemos este mundo»
Alejandro López Menacho (Jerez, 1982) es conocido por su trayectoria en diferentes medios y en el ámbito de la comunicación política. Pero, sin duda alguna, su carrera está marcada por el periódico digital que fundó junto a su hermano Javier, La Réplica. “No sé hacer otra cosa que escribir, así que persistiré en mi objetivo tecleando cada día”, asegura. A pesar de que hacer periodismo “incómodo”, conlleva enfrentamientos contra el sistema, reconoce que el esfuerzo se ve recompensado día a día. López Menacho, acaba de publicar ‘101 películas españolas para entender nuestro presente’. Activista y luchador, orgulloso de pertenecer a la clase trabajadora, se sincera para contarnos cómo sería para él un mundo ideal.
OtroPeriodismo.- ¿Qué objetivos pretende alcanzar con este libro?
Alejandro López Menacho.- Tiene objetivos modestos. Si pasa el tiempo y se convierte en un manual útil e interesante para las personas aficionadas al séptimo arte, estudiosas del cine español y que forman parte del gremio audiovisual habrá cumplido sobradamente su razón de ser. Si además propicia algún videoforum colectivo mejor que mejor. Existen pocos libros sobre cine español con una lectura política-social, e intuyo que ahí tiene su hueco como un ensayo que abre suculentos debates.
OP.- Últimamente se ven por redes sociales muchos detractores del cine español. ¿Por qué cree que se critica tanto?
ALM.- Sí, son estereotipos que este libro se empeña en desbaratar. Incluso hay un documental en sus página que habla de ello llamado ‘Lo que vale un peine’. Desde hace años existe un runrún peyorativo sobre el cine español: dicen que no tiene calidad, que siempre habla de la Guerra Civil y que es aburrido. Todo es falso y suele venir de focos interesados –normalmente conservadores– en dañar la industria. El cine español ha demostrado que está a la altura de los mejores creadores del mundo teniendo en cuenta sus limitaciones presupuestarias y de alcance. La relación inversión-coste-calidad de los productos españoles es más que digna. Hay una gran variedad de géneros y estilos. El tema de la Guerra Civil se desmonta haciendo un simple recuento de la lista de películas que se publican en España –que suelen ser entre 150 y 250 dependiendo del año– abarcando entre el 2 y el 10% depende de lo que consideremos como Guerra Civil. No es para tanto. Los mitos con los que tiene que bregar el cine español darían para otro libro.
OP.- ¿Cree que el cine influye en nosotros? ¿De qué formas?
ALM.- Influye moderadamente. No creo que una película levante a la gente del sofá con aspiraciones de cambiar el mundo, pero sí puede influir puntualmente en el espectador si este empatiza con su temática. Un largometraje puede darnos a conocer realidades que no conocíamos y remover nuestras emociones durante un par de horas. Incluso podemos tomar conciencia para el futuro. Hay películas con objetivos activistas que están diseñadas para ello. Pero también existen formas subyacentes de influencia: sólo tenemos que ver cómo la industria de Hollywood ha inculcado el American way of life en el público de otras latitudes, por ejemplo, en España. Ahora con Netflix este tipo de influencia más sutil se expande porque todos vemos el mismo catálogo, las mismas películas y los mismos mensajes.
OP.- ¿Cree que la cultura en España recibe las ayudas suficientes para salir adelante?
ALM.- La cultura saldrá adelante sí o sí por la simple razón de que siempre existirán creadores con la inquietud de expresarse. Lo harán bajo cualquier forma y condición. Ahora bien, las ayudas para la cultura en España no son especialmente generosas. En lo referente al cine, España destina actualmente unos 40 millones de euros, nada comparable con los 150 de Alemania, los 400 de Italia o los 660 de Francia. Las subvenciones al cine español, bien controladas, generan un indiscutible retorno económico. Da trabajo a los equipos técnicos, estudios y actores, más luego el recorrido comercial de las películas. Me declaro prosubvenciones.
Me definiría como un periodista en los márgenes, casi fuera del sistema por mi tendencia a cuestionarlo todo»
OP.- En situaciones pandémicas o de crisis sanitaria donde hay que pasar mucho tiempo en casa, ¿qué películas nos recomienda ver?
ALM.- Intentaría recomendar cine con mensajes optimistas y tono amable para no deprimirnos más de lo que podemos estar viviendo confinados. De mi libro cumplen esta premisa El Mundo Es Nuestro, Selfie o Atún y Chocolate, por ejemplo. Fuera del libro me atrevería a recomendar los títulos del studio Ghibli, que siguen esta onda de evadirnos durante un rato con una sonrisa en la boca.
OP: ¿Cómo titularía una película basada en la pandemia del coronavirus?
ALM.- Buena pregunta. Supongo que un título corto, seco y solemne rollo Covid-19. Estoy seguro que se rodarán muchas películas sobre la pandemia y tengo que admitir cierta curiosidad sobre cómo la abordarán los creadores y qué mensajes nos dejarán.
OP: Y si tuviera la oportunidad de dirigir una película, ¿de qué trataría?
ALM.- Lo tengo pensado porque soy un cineasta frustrado. Me gustaría rodar un thriller político sobre una decisión importante en un Ayuntamiento. Algo parecido a La Cordillera, pero en clave local, que desvele las miserias que se esconden en nuestras instituciones y el ecosistema que las rodea.
OP.- Profesionalmente hablando, ¿cómo se define?
ALM.- Otra buena pregunta. Me definiría como un periodista en los márgenes, casi fuera del sistema por mi tendencia a cuestionarlo todo. Cuestionar tiene un precio. Intento aportar mi granito de arena para hacer de este un mundo más justo e igualitario. No sé hacer otra cosa que escribir, así que persistiré en mi objetivo tecleando cada día.
OP.- El medio que llevan su hermano y usted es bastante crítico. ¿Cuesta hacer periodismo incómodo? ¿Os recompensa ese sacrificio y dedicación?
ALM.- Cuesta, sí, mucho. Aunque hay gente que piensa que nos forramos, lo hacemos de un modo totalmente altruista, en nuestro tiempo libre. Hemos tenido nuestros rifirrafes con la mayoría de sectores del establishment. Eso te acaba penalizando, te expulsa del sistema. Pero es que no sabemos vivir de otra manera. Un spoiler: mi hermano y yo estaremos batallando por la igualdad y la justicia social hasta que dejemos este mundo.
Estoy orgulloso de pertenecer a la clase trabajadora y de defenderla desde el periodismo”
OP.- ¿Con qué causas sociales está comprometido?
ALM.- Sobre todo con la lucha de clases. Estoy orgulloso de pertenecer a la clase trabajadora y de defenderla desde el periodismo.
OP.- ¿Qué deficiencias piensa que tiene la sociedad moderna en la que nos encontramos?
ALM.- Intento resumir porque es un pregunta muy abierta. Vivimos en una sociedad con claros valores neoliberales que prima la competitividad salvaje sobre los cuidados humanos. Tenemos recursos de sobra para dar techo, comida y dignidad a las familias desfavorecidas, pero concentramos el poder en pocas manos y en mentes codiciosas. Encima las clases populares permanecemos en continua riña. Inexplicablemente algunos muertos de hambre dan cancha a la extrema derecha. Pero quiero ser optimista; creo con la crisis que se avecina a consecuencia del coronavirus, que será muy jodida, no nos quedará otra que apostar por lo colectivo, el apoyo mutuo y los cuidados personales. Obviamente, habrá un antes y un después de esta pandemia y tenemos que poner todo de nuestra parte para que salga reforzado lo comunitario. Entre todos saldremos adelante, solos no.
OP.- Si tuviese que pensar en un mundo ideal, ¿cómo sería?
ALM.- Ufff… mira, últimamente abogo por un mundo en el que pasemos más tiempo con nuestras gentes, cuidándonos. Hay que disfrutar de los dos días que estamos en este mundo. Deberíamos explorar nuevos modelos laborales, con jornadas más cortas, quizás de cuatro días semanales, que además de repartir el trabajo incremente la productividad. No estaría mal para empezar. Y puestos a soñar, ya que es mi mundo ideal, sería un mundo con la riqueza mejor distribuida, una renta familiar básica, igualdad de género, cultura para todas y todos y la erradicación absoluta de las ideas de extrema derecha. No está mal, ¿verdad?
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