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Anpehi: el éxito aplastante del deporte inclusivo en la vida real

Tras una década de existencia el CD Anpehi (Nihon Tai-Jitsu) cuenta con 100 alumnos. Un grupo de deportistas heterogéneo con diferentes capacidades físicas y cognitivas que entrenan y compiten en igualdad. Los valores inherentes a las artes marciales y la inclusión calan en el alumnado que lo integra, sin cuyo compromiso sería imposible el crecimiento del club.

La unión del CD Anpehi “es de verdad, no de pegamento”, y esa unión de la que hace gala Antonio Pedro Hirch, profesor del club se palpa solo al cruzar el pasillo del dojo (gimnasio). Allí una chica miembro del equipo ayuda a una compañera que está en silla a ponerse el cinturón. El maestro se lo ajusta bien a otro. Uno de los alumnos da indicaciones a uno de los fichajes recientes, un niño con síndrome de Down.

Anillos, pulseras y accesorios sobre la mesa, bromas y saludos aparte comienza, una vez descalzos sobre el tatami (esterilla), la clase de Nihon Tai-Jitsu. El maestro da el relevo para que dirijan el entrenamiento a dos alumnos, Rafael y Adán, ambos son cinturón negro. Toca practicar en parejas. No hay normas y nadie queda aislado. Ahora esa unión a la que se refiere el profesor es de sobra patente.

Hace una década, Hirch, natural de Jerez y espereño de adopción, de la mano de Antonio Hernández, decidieron abrir las puertas del dojo a personas con diferentes capacidades físicas y cognitivas. A partir de ahí se convirtieron en pioneros de las Artes Marciales adaptadas en la provincia de Cádiz. En el camino han quedado algunos alumnos cuyos padres consideraron en su día que el hecho de practicar artes marciales en un grupo tan heterogéneo ralentizaría el aprendizaje de sus hijos. El tiempo les ha robado la razón, solo quienes confiaron en el proyecto y continúan hoy día en él lo han hecho posible.

Rafa reconoce que tuvo sus dudas en 2014, cuando el maestro planteó la entrada en el grupo de Ana, una adolescente que nació sin brazos y se desplaza en silla de ruedas: “Pero nos calló la boca cuando vimos cómo trabajaba con ella”. Ahora cree que la incorporación de ella, como la del resto de personas con otras capacidades diferentes, ha aportado vitalidad al equipo. “Cuando ves a alguien que apenas puede andar o comer por sí solo hacer prácticamente lo mismo que tú, te abre la mente de una manera increíble. Antes veía a personas con discapacidad física y me daba pena, decía: pobrecito. Ahora pienso: juntos podemos hacer algo…”.

Antonio Pedro Hirch, profesor de CD Anpehi: «Llevan diez años partiéndose la cara por Europa, son la cara visible del club y me han felicitado por cada uno de ellos»

El proyecto del CD Anpehi poco a poco se consolida. Cuenta con 100 alumnos, aunque aspira a triplicar la cifra continuando la misma senda. Para lograrlo resulta clave el grado de implicación y compromiso de estos niños y jóvenes. “El mérito de verdad en la inclusión es de quienes, entre comillas, no tienen discapacidad aparente, y dan clase con personas con discapacidad que, a priori, puede generar la idea de que bajan el ritmo. El ritmo no se baja, Ana suda como una cochina y cada uno hacemos lo que podemos”, apostilla Hirch.

 El profesor deja claro que Anpehi no es el único club en el que se practican artes marciales inclusivas. “No somos ni más ni menos que otros, somos uno más”, subraya con humildad. Sin embargo, mover a todo el equipo que lidera es una tarea compleja. “Viajar con personas como Ana, para empezar, necesita a dos monitoras para ella solamente, transporte adaptado y cubrir sus necesidades básicas diarias. Es complicado”.

Consiguen hacerlo gracias a otros compañeros porque la unión es «de verdad y no de pegamento». «Prima el equipo, el mérito es de todos, si no, no podríamos funcionar. Las otras chicas asistirán a Ana en el ‘Desafío Ana’ (Camino de Santiago), y es muy difícil encontrar a personas como estos chicos con ese nivel de compromiso», presume el maestro. Junto a los voluntarios, Rubén, María y Ana A., los alumnos son el motor de Anpehi.

Rafa y Adán, dos cinturones negros del CD Anpehi./ @MLPARRAGARCIA
Rafa y Adán, dos cinturones negros del CD Anpehi./ @MLPARRAGARCIA

Retos, organizar exhibiciones, viajar en equipo a los diferentes campeonatos… son experiencias en las cuales actúan con una enorme responsabilidad. “Asistir a uno de mis compañeros en todo me ha marcado un montón”, dice Adán, que de mayor, sin duda quiere dedicarse al deporte inclusivo. Este alumno es consciente de que muchos otros jóvenes no comparten sus valores y también sabe lo que es sentirse diferente. “Me da pena que la gente piense que somos diferentes. Tú tienes tus capacidades y yo las mías. Yo no puedo correr cien metros, a los diez estoy ahogado. A mí me dicen friki y me han dado de lado muchos años. No sería capaz de hacer eso con ninguna persona por su discapacidad, aunque no la conozca”.

Ahora cada uno de los miembros de Anpehi tienen más ganas, más confianza, son más valientes y se sienten más capaces. Hirch asume que les exige demasiado, tanto en la intensidad de las clases de kárate y en las salidas, como al actuar de anfitriones del Campeonato de Artes Marciales Adaptado de Espera. “No puedo tenerlos corriendo. Son niños, pero en ese momento son hombres y mujeres, y tengo que delegar ellos. Llevan diez años partiéndose la cara por Europa, son la cara visible del club y me han felicitado por cada uno de ellos”.

 Profesor y alumnado coinciden en que la disciplina que implican las artes marciales así como el trabajo entre personas con distintas capacidades llega a formar parte de sus vidas. “La responsabilidad, la coherencia, formalidad, el saber estar… no hace falta el karategui (kimono de kárate). Parecen tonterías, pero es importante en la vida real”, sentencia el maestro.

Cabecera OtroPeriodismo, revista de información social y comprometida.

Maria Luisa Parra

Periodista. En twitter @MLPARRAGARCIA

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