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«Estoy a favor de la asistencia sexual a personas con discapacidad siempre que sea regulada»

Fotografía: Visi Cruces, presidenta de Agedig, asociación de género y diversidad funcional. / @MLPARRAGARCIA

Visi Cruces (1980), presidenta de Agedig, asociación pionera en aunar feminismo, discapacidad y género, desmonta mitos, se pronuncia sobre cuestiones controvertidas como la necesidad de tomar en serio a las mujeres con diversidad funcional víctimas de violencia de género. «Muchas veces los padres tienen miedo a que reciban educación sexual porque creen que desata en ellos un deseo irrefrenable», asegura.

Muy consciente de que a lo largo de su vida o antes de su último despertar verá mermadas cualquiera de sus capacidades. Esta es una de las máximas que defiende Visi Cruces (1980), presidenta de Agedig, asociación de género y diversidad funcional. Por eso y porque su madrina era invidente como consecuencia de la diabetes, vive la discapacidad de los individuos con total naturalidad, como una cualidad más de la persona. Día tras día trabaja como nexo de unión entre diversas asociaciones de mujeres: “Todas juntas podemos conseguir muchas cosas”. La organización que lidera ha sido pionera en aunar feminismo, discapacidad y género. De estos aspectos y de otros como la violencia de género y las asistencia sexual a personas con diferentes capacidades habla con OtroPeriodismo.

OP.- ¿Debemos hablar de feminismo o de feminismos?

VC.- Debemos hablar quizás de feminismos en el sentido de que cada asociación de mujeres y cada mujer entiende el feminismo de una forma determinada, o bien ve necesario aplicarlo a algunos sectores determinados. Pero, en cualquier caso, siempre hay que dejar muy claro que el feminismo persigue la igualdad entre mujeres y hombres, no la supremacía, simplemente la igualdad, la que no hemos tenido estos años atrás. No hace mucho la mujer necesitaba la autorización de su padre o de su marido para sacar dinero del banco; si compraban un electrodoméstico, pedían la nómina al marido, aunque él estuviese en el paro y ella harta de trabajar.

OP.- ¿En el feminismo las mujeres con diferentes capacidades encuentran amparo? ¿El movimiento se ha preocupado de ellas?

VC.- Hasta la fecha cada colectivo ha ido por separado. Hasta hace poco no nos hemos planteado qué sucede con las mujeres con discapacidad, cómo conseguir leyes y mejorías que ellas demandan. En las asociaciones tradicionales de mujeres puede haber una mujer con discapacidad auditiva que no puede ir a denunciar cuando le apetezca porque no hay intérprete. Son demasiadas barreras: el miedo, que no haya una persona que le pueda atender en ese momento, y en ocasiones, la falta de sensibilidad… Probablemente acabe por no poner la denuncia.

Siempre hay que dejar muy claro que el feminismo persigue la igualdad entre mujeres y hombres, no la supremacía, simplemente la igualdad, la que no hemos tenido estos años atrás»

OP.- ¿Es la misma violencia de género la que se da entre parejas con discapacidad o tiene peculiaridades en el ‘modus operandi’?

VC.- Es el mismo ‘modus operandi’ con la gravedad de que si él tiene una discapacidad, su entorno o incluso cuando intentan poner una denuncia, se le resta importancia, dicen: “Anda, si el pobre va en silla de ruedas”.

OP.- ¿La discapacidad de los agresores es un atenuante?

VC.- A la hora de interponer una denuncia o de empezar a pedir ayuda hacen menos caso a la víctima, pese a que el hecho de que esté en una silla de ruedas, por ejemplo, no tiene nada que ver para que te insulte, te menosprecie, te aísle de tu entorno.

OP.- ¿Cree que las personas con discapacidad que sufren violencia de género son consideradas víctimas “de segunda”?

VC.- Está costando que se les tome en serio, también depende del tipo de discapacidad. Si tienes esquizofrenia, como estás loca, según se dice vulgarmente, creen que son inventos, que no se ha tomado la medicación… Si tienes discapacidad intelectual —las mujeres con mayor riesgo de sufrir agresiones sexuales—, se argumenta que se ha enamorado de su monitor o familiar agresor y no sabe lo que dicen… Todo eso se suma a la baja educación afectivo-sexual, puesto que si no enseñan lo que está bien, lo que está mal, lo adecuado e inadecuado, la afectividad y lo que es la sexualidad, no pueden identificar lo que les sucede. Además, en la mayoría de los casos los agresores pertenecen a su entorno más cercano: el amigo de su hermano, el abuelo, o un monitor en el que la familia ha depositado toda su confianza.

OP.- Entre los miembros y responsables de las organizaciones de personas con discapacidad intelectual se habla en muchas ocasiones de agresiones sexuales, pero que no transcienden del interior de los centros y de los hogares, no se llegan a denunciar. ¿Por qué?

VC.- Porque son temas tabú. Una mujer sin discapacidad lo hace en función del abogado o abogada que le toca y aún así le pueden quitar las ganas. En los centros de personas con discapacidad se pueden ver desbordados. También puede ser debido a la falta de información y formación sobre los recursos que existen para abordar esa problemática. Por otro lado, decir que sucede eso en un centro o asociación es como decir que se dan casos de acoso escolar en determinado colegio, hay miedo a perder a alumnos.

OP.- Usted reivindica un protocolo específico para los casos de personas con discapacidad. ¿Cómo debería ser?

VC.- En primer lugar han de incluir formación e información a las familias, a los centros y a las propias mujeres. Tienen que saber lo que les está pasando para pedir ayuda. Hay algunos indicadores como un retroceso en sus avances, que se vuelvan más complacientes con los hombres o que se toquen en público, pero si después los propios monitores y monitoras espectadores de esas conductas no se preocupan de por qué se produce ese retroceso… Es un tema muy complicado.

Decir que sucede eso (agresiones sexuales) en un centro o asociación es como decir que se dan casos de acoso escolar en determinado colegio, hay miedo a perder a alumnos»

OP.- Es decir, basaría el protocolo en la prevención, principalmente.

VC.- En la prevención, en la formación transversal: familias, recursos, la propia persona, los chicos que tienen discapacidad… Hay que llamar la atención y corregir si, por ejemplo, se masturban en público, si toman fotos a los escotes de las mujeres o cuando insisten en rozarse con profesoras o chicas. ¿Por qué no se les llama la atención?

OP.- Le propongo comentar y desmontar algunos de los numerosos mitos relacionados con la sexualidad en personas con discapacidad. (Mito 1) Si tienen discapacidad intelectual y apetito sexual son unos pervertidos y pervertidas.

Son considerados ángeles sin alas. Muchas veces los padres tienen miedo a que reciban esa educación sexual porque creen que desata en ellos un deseo irrefrenable.

OP.- (Mito 2) Deben medicarse para disminuir y/o controlar su apetito sexual.

VC.- No sólo se dice eso. Las familias, incluso, deciden que sean estériles mediante cirugía o pastillas sin el consentimiento de ellos y sin darles información, en lugar de educarles sexualmente. Estas personas necesitan información con medios adecuados a cada uno de ellos, como pictogramas, no que los demás decidan por ellos. Si mañana voy a tener una discapacidad intelectual y mi mentalidad será de una niña de ocho años, prefiero que me informen como a una niña, por humanidad.

OP.- (Mito 3) En este colectivo solo hay personas heterosexuales.

VC.- Partimos de la base de que la sexualidad en este colectivo no existe y en caso de que existiera sería ‘heteronormativa’. La mayoría de los familiares y la sociedad no contemplan ni siquiera su orientación sexual, por tanto, la homosexualidad y la transexualidad de las personas con discapacidad no se plantea porque son “niños eternos” y, como ángeles sin alas, no creen que estos sientan ni padezcan.

OP.- (Mito 4) No les es posible sentir verdadero amor de pareja.

VC.- Al ser vistos como niños de siete años, el entorno no se plantea que su cuerpo corresponda a su verdadera edad. Otro de los mitos es que si te enamoras debe ser de alguien como tú, no de alguien que no tenga discapacidad.

OP.- Somos malos, ¿no?

VC.- No es que seamos malos, hay falta de formación y tenemos miedo. Nadie te da un manual de instrucciones cuando tienes un hijo. Si tienes un hijo con una o varias discapacidades, a veces, por supervivencia, lo primero que te propones es que tenga un mínimo de calidad de vida. Además, vivimos en una sociedad ‘heteronormativa’, en la que hasta hace muy poco hablar de sexo era tabú. Partimos de la base de que todavía estamos en una sociedad en el que un chico que liga mucho es crack y la chica que liga con el mismo número de chicos es una puta. Los padres y madres se preocupan de que su hijo logre mayor movimiento en su extremidad, por decir algo, y lo último que se plantea es que su hijo pueda tener necesidades sexuales.

OP.- La ONU reconoce el derecho de las personas con discapacidad a casarse y tener descendencia, aún son una minoría estadística que sigue siendo un tabú social. ¿Tienen mermado este derecho en la práctica?

VC.- Los allegados cuestionan la capacidad de las mujeres con discapacidad —porque este tipo de prejuicios recaen sobre todo en ellas—. El entorno le quita las ganas, ese mismo que le “endosa” el cuidado de los sobrinos, por ejemplo. Como la tita está en silla no es capaz de cuidar a sus propios hijos, pero sí el de los demás. Somos un poco egoístas puesto que da miedo tener que ayudarles en la crianza, sin embargo ellas sí nos ayudan a los demás.

OP.- ¿Qué opina sobre la asistencia sexual a personas con discapacidad?

VC.-  Ese es un tema muy controvertido. Hay varios colectivos intentando asentar las bases. Por un lado, sí que es cierta la necesidad de dar ese servicio. Dependiendo de la discapacidad o parálisis de la personas, si éstas contratan a prostitutas, pueden llegar a sufrir lesiones durante la práctica.

OP.- Por tanto, ¿está a favor de dicha asistencia?

VC.- Estoy a favor de la asistencia sexual a personas con discapacidad siempre que sea regulada y garantice tanto los derechos de las personas que ofrecen ese servicio como profesionales y de quienes lo reciben. No me gustaría una segunda versión de la prostitución. Es necesaria, pero hay que matizar muchísimo. Como feminista, creo que nos podemos encontrar con el problema de “mujeres al servicio de”. Hablamos, probablemente, de los únicos contactos sexuales de algunas personas con discapacidad. No podemos banalizar. En algunos países se llega a acuerdos con las cuidadoras para que les coloquen el condón, por ejemplo, para que pueda mantener relaciones con su pareja. En otros, las prostitutas se han formado en diferentes tipos de discapacidad.

OP.- Hablamos de la asistencia sexual a chicos. ¿Se ha dado cuenta? También es una necesidad de las chicas con discapacidad.

VC.- Las mujeres que manifiestan su deseo sexual somos calificadas como putas. Ellas también tienen sus instintos sexuales. La asistencia sexual a personas con discapacidad está muy masculinizada porque sin darnos cuenta, vivimos donde vivimos y nos olvidamos de las mujeres.

Estoy a favor de abolir la prostitución. En la mayoría de los casos, las mujeres se ven abocadas a ejercerla en muy malas condiciones. Es una lacra histórica y lo ideal es que no existiera»

OP.- ¿Está a favor de la regularización de la prostitución?

VC.- Estoy a favor de abolir la prostitución. En la mayoría de los casos, las mujeres se ven abocadas a ejercerla en muy malas condiciones. Es una lacra histórica y lo ideal es que no existiera.

OP.- ¿Qué prejuicio odia más?

VC.- (Piensa…). El de no ser capaces, el hecho de que por tener un tipo de discapacidad te etiqueten como mercancía de segunda, y no seas capaz.

OP.- Tengo una teoría: una persona con discapacidad es un héroe si logra un objetivo o una meta, o bien, como usted ha dicho, es mercancía de segunda. ¿La comparte?

VC.- Claro, pero también hay casos de personas que se aprovechan de su condición de discapacidad y quieren que se lo den todo hecho. El ser humano en general es así.

Maria Luisa Parra

Periodista. En twitter @MLPARRAGARCIA

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