En primera personaOpinión

Las patatas en rodajas, por favor

Un sábado de verano mientras el sol comenzaba a despuntar por el oeste, los primeros rayos acariciaban la cara de un niño de 7 años mientras se escuchaba en la radio, de un Renault 4 fabricado en los 80, el recién estrenado single ‘La flaca’ de Jarabe de Palo. La canción hablaba de una mujer flaca, adjetivaba cómo tremendísima mulata, que engañaba al hambre durmiendo de día, aunque por la noche bailaba en la tasca. No comprendía nada de aquella letra pero le gustaba mucho el soniquete de esa canción. Tenía muchas preguntas sobre la canción pero aún estaba medio somnoliento y en ese momento se encontraba en un cieno de paz.

Como casi todos los sábados de verano, iba con sus abuelos camino del campo a pasar el fin de semana. Para él esos fines de semanas eran puro aprendizaje. Ayudaba a su abuela a cuidar las maravillosas plantas, que con tanto esmero, plantó en diversas macetas en el patio de la casa. También iba con su abuelo a labrar el campo. Le fascinaba uno de los árboles que él poseía, al lado del almendro se encontraba un naranjo muy especial. Ese árbol era capaz de dar naranjas y limones.

El niño pensaba que su abuelo era una especie de ‘mago’ que era capaz de hablar con la naturaleza y pedirle favores como ese, que un árbol diese de buena gana dos frutos con sabores tan dispares como los que poseen una naranja y un limón. Pero lo que más le gustaba era ir a desenterrar patatas, para posteriormente ir a casa del vecino a cambiarle unos kilos por alguna que otra docena de huevos. Después iba corriendo a la casa para ayudar a su abuela a hacer huevos fritos con patatas, su comida favorita junto con un buen bollo de pan de campo.

El niño ayudaba a pelar las patatas, su abuela las cortaba en rodajas y las freía en un perol con buen aceite. Posteriormente los huevos y se sentaban a comer a la mesa. En aquel campo era complicado que llegara la señal de televisión, ni siquiera había televisión en el salón por lo que durante la comida ese niño disfrutaba con las conversaciones propias de un pequeño de 7 años con sus abuelos. Esos veranos olían a tierra, naranjas, gallinas y a patatas, sobre todo a patatas.

Con el paso de los años, el imparable paso del tiempo y las leyes de la naturaleza se llevaron primero a la abuela de ese niño y años más tarde a su abuelo. Como pequeño homenaje a esos días y como excusa para no olvidarlos nunca, ese niño que ya era un adulto, cada vez que pelaba patatas las cortaba a rodajas. Igual que lo hacía su abuela, para él así estaban más buenas. Tenían más sabor que cortadas a tacos o a tiras. Él sabía que el sabor era el mismo pero le estaba añadiendo eso que se llama cocinar con cariño o como le gustaba llamarlo a él, cocinar a través de los buenos recuerdos.

Cada vez que se acordaba de su abuela y de esos días de campo se le antojaba una tortilla de patatas. Obviamente se la hacía, dando igual la hora que fuera. Un buen día mientras cortaba las patatas a rodajas se paró a pensar de dónde habría aprendido su abuela a cortarlas así. Le entró curiosidad por saber si su abuela las cortaba a rodajas por una vivencia similar a la suya. ¿Lo habría aprendido de su abuela?, ¿de dónde vendría? Sabía que su abuelo y su abuela procedían de pueblos de Málaga, pero no sabía nada de sus tatarabuelos, ni de sus bisabuelos. A través de ese pensamiento comenzaron a fluir ideas y pensamientos que nunca antes se le habían pasado por la cabeza.

¿Y si a través del odio al de fuera que se ha incrustado en nuestra sociedad esta odiando a su tatarabuela?»

Sabemos de la riqueza cultural que tiene cada pueblo sea de dónde sea. A través de las historias y costumbres esa identidad no se pierde. Se transforma pasando de generación en generación, de pueblo a pueblo y así sucesivamente a lo largo del transcurso de los siglos. Por ejemplo, y siguiendo con el tubérculo anteriormente mencionado, la tortilla de patatas se considera uno de los platos estrellas de la gastronomía española. Pero la patata originariamente viene de la región actualmente conocida como el altiplano sur de Perú. Llego a España a través de los primeros viajes que se hicieron a las Américas. Nuestra cultura la adoptó, convirtiéndose en un sello de identidad de nuestra gastronomía.

¿Y si la abuela de ese pequeño de 7 años aprendió a cortar patatas a rodajas a través de su abuela?, ¿y si su abuela era de otra región de este inmenso planeta? Al igual que la historia que acontece alrededor de la patata, todo era posible.

Entonces a ese adulto le asaltó una pregunta que le punzó el corazón y le hizo cuestionarse en que tipo de sociedad se encuentra. ¿Y si a través del odio al de fuera que se ha incrustado en nuestra sociedad esta odiando a su tatarabuela? 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *