Nuestro día a día con el autismo
Fotografía: Eva María Corbacho y Juan Jesús Pineda junto a sus hijos./ Cedida
Precisamente este 1 de abril fue uno de esos días que mi marido, mis hijos y yo denominamos ‘Día Importante’… ¿Qué por qué? Simplemente porque pudimos saborear intensamente un logro más en nuestro hijo como es el hecho de montar en bicicleta sin ruedines. Algo que parece tan sencillo para cualquier chiquillo, a nuestro hijo le ha costado un poco más por la coordinación, el equilibrio, la concentración… Y es que la verdad, cuando vamos consiguiendo los diferentes objetivos que nos proponemos y tachándolos de la lista nos produce una satisfacción enorme, una sensación de felicidad y bienestar; ya que para ello invertimos grandes dosis de esfuerzo, perseverancia y paciencia, ya no sólo por su parte sino por cada uno de los miembros de la unidad familiar.
Todo es un suma y sigue. En torno a los tres añitos comenzó a pronunciar sus primeras palabras; hasta los seis no le pudimos quitar el pañal; y hasta ahora –casi a punto de cumplir los 12– no ha podido circular sin ruedines. Y nosotros nos preguntamos: “Bueno…¿y qué? No pasa absolutamente nada, también hemos de caer en la cuenta y de tener presente que fue muy precoz a la hora de aprender a leer, tocar el piano, nadar o incluso comprender y expresarse en inglés que, por cierto, lo logró con una facilidad realmente asombrosa.
Hay que aprender a aceptar que cada persona tiene su propio ritmo de maduración y aprendizaje; así como sus propias capacidades y límites. Cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles»
A dónde quiero llegar con todo esto es a que hay que aprender a aceptar que cada persona tiene su propio ritmo de maduración y aprendizaje; así como sus propias capacidades y límites. Cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles; y que en realidad, no se trata de tener derecho a ser iguales sino de tener igual derecho a ser diferente. En este mundo en que vivimos somos muy dados a poner etiquetas: autistas, síndromes de Down, TDAH, adoptados, inmigrantes, homosexuales…, mundo en el cual se supone que debe tener cabida para todos y donde debería predominar la igualdad, inclusión, el respeto, la concienciación, la sensibilización, la diversidad, la tolerancia…
Se puede convivir con el autismo por lo que respecta a nuestro caso en particular, a nuestra familia y a nuestro día a día. Hago hincapié en que que el mundo no se acaba ni mucho menos; que nuestro hijo nos aporta diariamente una felicidad inmensa y es nuestra razón de vivir junto a su hermana. El camino no es fácil, ha sido y sigue siendo muy duro, con muchas subidas y bajadas; hemos vivido momentos muy complicados y otros momentos más gratificantes. Pero, en definitiva, somos felices y hemos aprendido a aceptarlo y sobrellevarlo de la mejor forma que sabemos, con la mejor de nuestras sonrisas. Y, cómo no, siempre haciendo frente a las adversidades y obstáculos que se van presentando con una actitud positiva.
Eva María Corbacho.
Revista de información social y comprometida.
En Twitter @Otro_Periodismo