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“Tendemos a confundir la labor periodística con el entretenimiento”

Su larga experiencia como corresponsal y testigo de la guerrilla guatemalteca, en la transición política de Nicaragua o los ataques del 11S —entre otras coberturas significativas— la han situado entre una de las figuras más valerosas del periodismo español. Mercedes Gallego (1970, Sabadell) es periodista especializada en conflictos internacionales y desastres naturales, aunque actualmente ejerce su labor periodística en Estados Unidos donde trabaja para el medio multimedia español ‘Vocento’.

En 2003 emprendió rumbo hacia Irak para cubrir la invasión más relevante de su historial laboral y personal que más tarde rememoró para escribir su obra ‘Más allá de la batalla: Una corresponsal de guerra en Irak’. En ella, Gallego denuncia los delitos de abusos sexuales que las mujeres marines sufrieron diariamente durante su convivencia con las tropas estadounidenses.

Aquella experiencia le quitó la vida a dos compañeros periodistas españoles y, desafortunadamente, una de ellas fue la de su buen amigo Julio Anguita. Nunca entenderemos la guerra “hasta que no te llegue a casa, a tu familia y a tus amigos”, afirma.

En OtroPeriodismo, no solo nos cuenta su enriquecimiento a nivel profesional como periodista de guerra, sino que también nos ofrece una valoración personal sobre el riesgo que corre la figura del periodista en la era de la digitalización.

OtroPeriodismo.- Como corresponsal de guerra has presenciado multitud de atrocidades que, ya en casa, todavía cuestan digerir. ¿Cuál es el momento más difícil que recuerdas?

Mercedes Gallego.- El momento más difícil fue la muerte de mi íntimo amigo Julio Anguita Parrado. Lo que pasa con estas cosas es que, por mucho que te acostumbres a la guerra y a las muertes, nunca es lo mismo cuando te toca directamente, y cuánto más directo te toque más lo vas a sufrir. Intento mentalizarme de que todo el mundo es el amigo, el hermano o el padre de alguien y que hay otra gente que está sufriendo tanto como sufrí yo en ese momento. La situación más dura siempre va a ser cuando la guerra te llegue a casa, a tu familia y a tus amigos. Y esto, por muchas guerras que veamos, nunca lo entenderemos hasta que no las vivamos.

No es posible funcionar en una democracia sin estar informado correctamente”

Mercedes Gallego. Periodista

OP.- ¿Cuándo te das cuenta de que ese es el tipo de periodismo que quieres hacer?

MG.- No es algo que yo me haya propuesto nunca, es algo que ha sido circunstancial en mi vida. Yo he ido siguiendo mi propio camino y el periodismo y las circunstancias me han llevado hasta aquí.

OP.- No todo el mundo está capacitado para realizar esta labor, ¿no?

MG.- Nunca todos estamos capacitados para todo. No hay unas características para determinar quién funcionaría en una guerra. Lo que sí sé es que debes tener muchos recursos y ser capaz de salvar obstáculos. En esta labor te encontrarás con situaciones en las que nada funciona como te esperas y, por ello, hay que tener suficiente capacidad para ir adaptándote a las circunstancias. ¿Quién puede ser bueno haciendo esto como periodista? La gente que sea capaz de sentir empatía. El periodismo en sí es un ejercicio de empatía. Si no sabes ponerte en la piel de los demás, no puedes transmitir lo que sienten y piensan. Personalmente, tú puedes contarme las mejores estrategias de guerra y ser capaz de llegar a los últimos rincones, pero si no me transmites lo que los seres humanos de tu alrededor están sintiendo, viviendo o sufriendo, para mí no es el mejor periodismo.

La periodista, Mercedes Gallego, trabajando en el extranjero.

OP.- Uno de los aspectos más severos en Más allá de la batalla está vinculado a los abusos que las marines recibían de sus propios compañeros. ¿Qué se siente al compartir ese trabajo con este tipo de personas?

MG.- Yo tuve el privilegio de enterarme de lo que estaban sufriendo precisamente por estar viviendo igual que ellas. Si yo hubiese ido solo de visita, no me lo habrían contado, ya que no estaría expuesta a sus mismos problemas y, por tanto, no tendrían la necesidad de advertirme. Esto ratifica mi opinión de que en periodismo tienes que estar integrado en la situación que estás narrando, ya sea local o de guerra, no importa dónde. No puedes llegar allí sintiéndote por encima de sus circunstancias y entrevistarlas desde fuera; tienes que vivir lo que ellas viven.

En el caso de las marines, el recibir su confianza para contarme asuntos de carácter delicado, conlleva también la responsabilidad de denunciarlos. Ellas pertenecen a una disciplina militar en la que son sometidas a una jerarquía y a una serie de normas estrictas, de tal modo que no podrían contarlo con la libertad que yo poseo, puesto que se juegan sus trabajos, sus formas de vida y ser castigadas, entre otras cosas. El ser periodista conlleva también la responsabilidad de ser valiente y no tener miedo a cosas que siempre van a ser unas represalias menores de las que sufre la gente que te lo está relatando.

La información de calidad es el único futuro de nuestra profesión”

Mercedes Gallego. Periodista

OP.- ¿Ha sido testigo de alguna situación machista durante la cobertura de Irak?

MG.- Sí, claro. Veía expresiones de machismo siete veces al día. Lo que no podía ver continuamente eran los ataques sexuales, ya que se llevaban a cabo con una distancia. ¿Cuántos casos tienen que ocurrir para que sea destacable? ¿Cuántas mujeres tienen que ser violadas para que eso sea noticia? No hace falta que pase todos los días.

OP.- ¿Cree que los reporteros de guerra necesitan más protección o se trata de un riesgo que tienes que asumir a priori y, por tanto, también sus plenas consecuencias?

MG.- Hay dos formas de protección. Por un lado, creo que sí que hay que reforzar la protección de las estructuras y leyes internacionales, así como la mentalización de los gobiernos para que la figura del periodista sea amparada. Pero no solo la del periodista de guerra, sino también los que ejercen la labor en nuestros ámbitos locales y nacionales.

Tiene que haber más protección legal, pero sobre el terreno de guerra no creo que la necesitemos puesto que eso estaría interponiendo una distancia con la gente a la que vamos a cubrir. La idea es que te consideren más cercanos a ellos y no se sientan intimidados. Siempre hay que equilibrar la protección personal ya que si no vives para contarlo no lo puedes contar y, a la vez, hay que establecer el suficiente espacio que te permita cultivar una confianza en las personas a la que vas a entrevistar.

OP.- ¿Alguna vez ha rechazado un trabajo por el riesgo que conllevaba?

MG.- A lo largo de mi vida ha habido circunstancias que he tenido que rechazar por peligro o logística. Insisto en lo de antes, lo importante es contarlo. Si yo tengo la oportunidad de subirme a un helicóptero e ir a un sitio donde voy a ver algo que puede ser potencialmente interesante informativamente hablando, puede que quizás ya no tenga los medios suficientes para contarlo. Con ello me refiero a la pérdida de la señal de teléfono o a la imposibilidad de volver al lugar donde estoy alojada. Poner en peligro tu capacidad logística y personal para luego no poder contarlo, no vale la pena. Tienes que confiar en tu intuición e ir valorando continuamente los distintos elementos de riesgo para así ver si compensa o no. No soy una persona que tenga miedo a la muerte, no soy especialmente miedosa. Eso no quiere decir que vaya a ir de camicace por la vida. Generalmente es más fácil que me raje de una cobertura por miedo a no poder cubrirla que por miedo a que me pase algo.

Mercedes Gallego, en una de sus corresponsalías de guerra./ Cedida

OP.- ¿Cree que la sociedad agradece suficientemente la labor de los reporteros de guerra?

MG.- A veces sí y a veces no. Yo tuve la suerte de cubrir un momento en el que la sociedad española estaba muy mentalizada del papel que estaba haciendo la prensa en Irak. La muerte de Anguita y Couso hizo todavía más real el que todo el mundo entendiese que nosotros nos jugábamos la vida por contar una realidad. Pero, actualmente estamos en una época de fake news en la que, precisamente, quienes critican y alteran estas noticias falsas son los que acusan a la prensa de manipularlas. Se está devaluando la figura del periodista y me gustaría que la gente comprendiese que la labor —no necesariamente la del periodista de guerra— de quienes creemos que tenemos la obligación de informar a la sociedad sobre lo que está pasando lo realizamos con un fin público. Y lo hacemos, como dicen los americanos, “to the best of our abilities”, lo mejor que podemos.

OP.- ¿Siempre se ha sentido libre de contar todo lo que sucede allí?

MG.- Solo hubo censura logística en ocasiones puntuales la noche en la que se cruzó la frontera entre Kuwait e Irak ya que se suponía que era una operación sorpresa y nosotros no podíamos contar que aquello estaba a punto de empezar, algo razonable desde mi punto de vista por seguridad personal. Por otra parte, el tema de los abusos sexuales fue algo que mi periódico y yo decidimos no contarlo en ese momento, sino después. Lo hicimos con la intención de preservar la capacidad de seguir cubriendo esa guerra y nos preocupó que por hacer este tipo de denuncias en aquel tiempo nos cortasen las alas y ahí acabara la cobertura. Quizás sea una autocensura o más bien una decisión sobre cuándo es el mejor momento para contar algo.

OP.- ¿Considera que el periodismo de guerra es más independiente que otro tipo de periodismo o está igualmente sometido a presiones políticas o económicas? ¿En qué lo ha notado?

MG.- Es más libre en el sentido de que la gente acepta que estamos en una situación en la que no vamos a estar vigilando lo que escriben los demás y es más libre a nivel de redacción, puesto que tú cuentas lo que ves en vez de estar todo el día sondeando las noticias que se publican en Internet. Obviamente hay presiones internacionales, pero a mi parecer el que más las recibe es el periodismo local. Este tipo de periodista (el local) puede salir a la calle y encontrarse con alguien de quien escribió ayer, y este conoce a su padre, a su madre y al señor del Ayuntamiento, por lo que resulta más fácil ejercer presiones sobre él. En mi caso, si yo estoy cubriendo en un país, ese país tiene que llamar al embajador, poner una denuncia con mi gobierno y luego trasladarlo a mi periódico. Y ese proceso es más laborioso. Por tanto, creo que está muy menospreciado el periodismo local, pues es el más importante, difícil, y el que más coacciones sufre en ese sentido.  

OP.- ¿Cree que la Agenda Setting deja de lado la información atribuida por el periodismo de guerra?

MG.- El problema es que hemos convertido las guerras en modas y es entonces cuando nos cansamos de ellas. Una guerra que lleva muchos años deja de interesarnos. La información no puede ser una moda, no puede ser un trending (una tendencia). Precisamente cuanto más tiempo dure, más estará afectando a una población y, por ende, más tendría que importarnos. Yemen, por ejemplo, nunca ha estado de moda, e Irak sí. Y a mí esto me duele porque, por una parte, he desarrollado la capacidad de empatía de la que antes hablaba y que considero fundamental en este oficio y, por otra, me duele pensar que hay gente que sufre anónimamente. Puedes tener los titulares más superlativos del mundo y que no lleguen a ser noticia. ¿Por qué? Porque nos cansamos de ello. Y es ahí donde creo que está el fallo del periodismo de hoy en día. Se ha perdido el sentido de responsabilidad y estamos confundiendo esta labor con el entretenimiento, y nuestra misión no es entretener a la gente.

Mercedes Gallego./ Cedida

OP.- Bajo su percepción ¿quiénes son los amos del periodismo hoy en día?

MG.- Los grandes medios de comunicación. Entre ellos, los americanos porque son los que tienen más dinero y, por consiguiente, los que más despliegues hacen y los que más controlan el ciclo informativo. Pero esta realidad se está trasladando a que los amos del periodismo empiezan a ser los grupos tecnológicos. Esto supone un problema para los que intentamos contar cosas que se salgan del dominio de esos nuevos amos.  

OP.- ¿Es cierto que sin periodismo no hay democracia?

MG.- Absolutamente. No es posible funcionar en una democracia sin tener la información correcta. Y la gente que no está informada no está capacitada para tomar decisiones acertadas y son más fácilmente manipulables.

OP.- ¿Qué pueden hacer los usuarios por el periodismo? ¿Son ellos los responsables de la calidad/deterioro del periodismo?

MG.- En la sociedad en la que vivimos, el consumidor de la información tiene mucho más poder del que se cree y solo con ejercer ese poder de verla o no verla, leerla o no leerla, ya podría estar dirigiendo el ciclo informativo. El consumidor es el único que puede plantar cara a los amos de la información. El talón de Aquiles de esos amos es que están en esto por ánimo de lucro y los únicos que pueden hacer que ganen menos dinero son estos consumidores eligiendo esta o aquella noticia.  

La gente que sea capaz de sentir empatía es la dueña del mejor periodismo”

Mercedes Gallego

OP.- ¿Es optimista su visión global de la política o del mundo?

MG.- Lamento decir que no. Soy muy pesimista al respecto y una de las razones es el cambio tecnológico en el que veo cómo se va perdiendo la capacidad de atención de la gente y cómo se va contaminando la figura del periodista. Para cambiar mi percepción tendría que haber un giro radical de la sociedad y la verdad es que no veo que esté ocurriendo.

La periodista, Mercedes Gallego durante una de sus coberturas./ Cedida

OP.- ¿Cómo ve el futuro de esta profesión?

MG.- La única esperanza que veo es que haya un efecto boomerang en el que todo empeore antes de mejorar. Que empeore tanto que la gente entienda que, efectivamente, había una necesidad de tener periodistas lo más independientes posible. A priori, el futuro de la profesión lo veo negro porque esto tampoco está sucediendo. Para mí, el único futuro está en la información de calidad porque es ahí donde eliminamos una gran parte de la competencia. En el momento en que se empiece a diferenciar entre el ruido generalizado y la información seria que hace la gente con conciencia y sentido de la responsabilidad, ahí es donde habrá un nicho. Y ojalá que haya gente que aproveche ese nicho.


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