Una bebé nace separada por 3.770 kilómetros de su mamá y su papá
Esta es la experiencia de un matrimonio madrileño que ha logrado hacer realidad su sueño de convertirse en padres gracias a la gestación subrogada llevada a cabo en Ucrania. Después de años de lucha y de más de cinco intentos fallidos de fecundación in vitro se decantaron por esta opción entorno a la cual hoy por hoy envuelve la polémica, y no es legal en España.
Tenían previsto partir a Ucrania unos días más tarde, pero el parto se adelantó. Sin embargo, pese a la distancia Violeta Fernández—nombre ficticio, para preservar su anonimato—y su marido al fin pudieron ver cumplidos su deseo de ser padres. La pareja contrajo matrimonio en 2012 con la intención de formar una familia, pero la aparición de biomas uterinos frustró durante años ese anhelo.
Con la mayor discreción posible, fue sometida a cinco operaciones, y tras cuatro transferencias negativas, la madrileña confiesa perdió la confianza en sí misma. “Me daba por llorar, reduje la vida social por evitar la tristeza, para evitar los comentarios… aunque algunos ya se dan cuenta de que hay problemas”, cuenta. Perdió la esperanza hasta que llegó a sus oídos la experiencia de unos conocidos, una pareja homosexual que habían sido padres gracias a la gestación subrogada (GS). “Nunca antes me lo había planteado. Ellos no eran famosos, sino chicos normales y quedé con uno de ellos para que me contase de primera mano en qué consistía, cómo se tiene acceso”. En diciembre de 2015 se decidieron por esta práctica.
Para ello recurrieron a un centro de asesoramiento que actualmente trabaja con unas 130 familias en toda España. Las familias atendidas suelen ser heterosexuales, homosexuales o personas solteras, mujeres sometidas a cirugía en el útero, con esclerosis múltiple o cardiopatías. Informan y orientan sobre el procedimiento para que no haya problemas legales.
Hasta 50 organizaciones de mujeres y colectivos Lgtbi han creado la Red Estatal contra el Alquiler de Vientres para evitar la legalización de “esta explotación reproductiva”
María Cantos, gestora y matrona jerezana ha participado en el procedimiento para traer al mundo al hijo de Violeta. Cantos reconoce que hace apenas un año no sabía realmente qué era la GS y estaba en contra: “No lo veía bien. Ahora, en cambio, he visto el sufrimiento de quienes no pueden ser padres. También te hace cambiar de opinión conocer a las gestantes porque están contentísimas de ayudar a otros padres”.
En el caso de Violeta, la mujer gestante —madre de familia— estuvo en su propio hogar hasta pocos días antes de dar a luz. Si ellas desean, tienen la opción de irse a vivir a Kiev. “Muchas se van a la capital porque no quieren que su entorno más cercano se entere de que están haciendo GS. El este de Europa no tiene nada que ver con California, por ejemplo, donde es una práctica socialmente aceptada. También es cierto que otras clínicas sí tienen un lugar donde hospedan a aquellas gestantes que viven fuera”, explica Fernández.
La GS, levanta ampollas en este país en el cual hasta 50 organizaciones de mujeres y colectivos Lgtbi han creado la Red Estatal contra el Alquiler de Vientres para evitar la legalización de “esta explotación reproductiva”. Según, la Organización Médica Colegial (OMC), expertos en ética médica consideran que la maternidad subrogada atenta contra la dignidad de la mujer si no tiene carácter altruista.
Si lo que quieren es que la gestante lo haga de forma totalmente altruista, estupendo, estoy segurísima de que siempre habrá mujeres que quieran ayudar a otras”
Violeta y su marido habían comprado sus billetes para la fecha prevista, pero el parto se adelantó y la pequeña nació en Kiev con sus papás a 3.770 kilómetros de distancia. Como era de esperar, la emoción abrumó a los padres de la criatura. Ellos, dicen, se sienten afortunados, aún les cuesta creer que tienen a su pequeña en casa. Sus jefes y algunos compañeros estuvieron al tanto de sus problemas para ser mamá y de que se había embarcado en esta odisea. “No sé si tengo mucha suerte. De primera mano suena todo diferente. A quien se lo cuento, se le caen las lágrimas de emoción, de la maravilla… les ha parecido estupendo”.
Según Violeta, en este ámbito, afirman que Ucrania es ‘low cost’. El matrimonio ha debido invertir de 60.000 euros para arriba. “Es lógico porque estamos hablando de una vida; hay muchos gastos para que todo vaya perfecto, muchos intermediarios, pero yo prefiero tener un abogado aquí, otro allí y no comprarme un coche, renunciar a todo al menos en esta fase de mi vida porque todo vaya bien”. Deja claro que “es un pastizal” y lamenta que en España aún no sea una práctica legal. “Me da una pena terrible las personas que no tienen suficientes medios para poder ser padres. No todo el mundo puede irse fuera de España. Si lo que quieren es que la gestante lo haga de forma totalmente altruista, estupendo, estoy segurísima de que siempre habrá mujeres que quieran ayudar a otras”, asevera esta madre.
Periodista.