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Una ingeniera acaba con el mito: «Mis jefes me dan pena»

Fotografía: @Otro_Periodismo

Los salarios bajos, el intrusismo y las horas extras no retribuidas la desaniman. En 2014 culminó los estudios de ingeniería telemática y no ha parado de trabajar. Sin embargo, hasta hace muy poco comprarse unos pantalones «era un lujo». Ahora, dice, «me pagan mejor que antes, pero no tengo vida”.

Hubo un tiempo en el que trabajaba como ingeniera y no llegaba a ser mileurista. En aquellos tiempos, allá por el 2017, con ese sueldo debía aplicar toda la acrobacia matemática de la que era capaz  para poder llegar a fin de mes: pagar 400 euros por un piso compartido en Barcelona (gastos aparte), transporte, alimentación… “Era insostenible. Comprarme unos pantalones era un lujo. Vivía gracias a los ahorros”.

No es periodista, ni filóloga, ni licenciada en Bellas Artes. Esta joven de 25 años, A.V., culminó ingeniería Telemática en la Universidad de Mérida en 2014. Hija y hermana de ingenieros, su sueño era trabajar en domótica, automatizar viviendas, no se veía dedicándose a otras profesión. Tras más de tres años en el mercado laboral, prácticamente sin parar de trabajar, no puede negar su decepción. La suya, al parecer, no es la única. En 2015,  el 42% de los graduados en ingeniería telemática se mostraban conformes con el sueldo que ganaban frente al 58% restante que lo consideraban “insuficiente” . En España hay déficit de profesionales técnicos, no obstante la precariedad laboral espanta a los ingenieros.

Los sueldos bajos, el intrusismo y las horas extras no retribuidas la desaniman. Su hermano se encuentra en una situación similar. A.V. no puede contener una leve risa áspera cuando escucha el mito de que los ingenieros tienen la vida resuelta. «Muchas veces contratan a cualquiera que posee algunos conocimientos, procedentes de la formación profesional, sin ser graduados y que cobran menos, lo que devalúa mucho los salarios. Ese fue mi primer choque”, recuerda.

Su cuenta bancaria hace sitio mensualmente a 1.400 euros. “Lo malo es que pago 500 euros por una habitación”. A cambio debe trabajar, según su contrato, nueve horas al día que se convierten en doce. “No es normal. Paso 14 horas fuera de mi casa. Llego sin ganas de nada, solo quiero dormir”

En la actualidad ha cambiado de empresa y de ciudad. Su empleo y sus condiciones laborales también son diferentes, algo que no se traduce en una mejor calidad de vida. “Trabajo en Madrid, me pagan mejor que antes, pero no tengo vida”. Su cuenta bancaria hace sitio mensualmente 1.400 euros. “Lo malo es que pago 500 euros por una habitación”. A cambio debe trabajar, según su contrato, nueve horas al día que se convierten en doce. “No es normal. Paso 14 horas fuera de mi casa. Llego sin ganas de nada, solo quiero dormir”.

También podría promocionar, de esa forma su retribución salarial aumentaría. Descarta completamente esa posibilidad. “Eso no me va a aportar nada. Mis jefes me dan pena, veo sus correos electrónicos del fin de semana y yo no quiero eso para mí”. Además, lamenta que sus compañeros prácticamente renuncian a disfrutar de un presente más allá del entorno laboral: “Tienen hijos y los crían sus padres. Yo todavía ni me he planteado ser madre, pero sería imposible”, asevera con vehemencia.

A lo largo de estos tres años ha encadenado un empleo tras otro. Sus amigas envidian el hecho de que pueda vivir de forma independiente. Sin embargo, A.V. percibe que el estrés le está alejando de todo lo ajeno al trabajo. “Mi padre no dice nada, para él es importante la estabilidad que tengo en una empresa importante. Mi madre lo pasa regular porque a veces no quiero ni hacer vídeo llamadas”.

Durante los años de carrera universitaria, la posterior obtención de la certificación y el máster le han supuesto sacrificios. Ella resta importancia a lo material a pesar de que no pudo cursar el máster de Domótica que realmente quería dado su alto coste. Salir y el baile eran sus aficiones. Lo que más le duele es haberse privado de ello cuando estudiaba para conseguir su sueño de automatizar viviendas, sueño guardado en un cajón… por ahora.

Maria Luisa Parra

Periodista. En twitter @MLPARRAGARCIA

3 comentarios en «Una ingeniera acaba con el mito: «Mis jefes me dan pena»»

  • Es un magnífico artículo de denuncia social, ya es un clamor social que para tener vida hay que trabajar solo medio día. Todos tenemos derecho a una paga social y un trabajo digno. Somos humanos y no nuestros propios enemigos, ya basta de «homo hominis lupus». Sólo tenemos que desearlo con fuerza y los gobiernos malvados se caerán solos. Confiemos en nuestro propio poder, lo tenemos, no mas engaños, si queremos podemos, somos divinos y eso no hay que dudarlo.

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