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Acoso escolar: ¿estamos preparados para actuar?


“Le despiden todos los días, a la salida del instituto, con patadas, empujones e insultos; jaleados por muchos y a la vista de todos. Tendrían que hacer algo”.

“Después de salir, se volvió llorando al colegio porque un compañero le pegó”.

“Esto se está yendo de madre. El problema ha llegado a las familias. Se han enfrentado a la puerta del instituto y en la calle”.

“Lo he hecho porque lo odio, me gustaría ser como él. Quiero que se muera”.

No son frases sacadas de contexto ni irreales, son muy cercanas a la realidad. Son frases textuales, aunque, eso sí, con algunos matices.

En primer lugar, se debe distinguir entre lo que es acoso escolar y lo que no lo es, lo que no es más que una pelea o riña entre niños. “Se considera acoso escolar el maltrato físico y/o psicológico deliberado y continuadoque recibe un niño por parte de otro u otros, que se comportan con él cruelmente con el objetivo de someterlo y asustarlo, con vistas a obtener algún resultado favorable para los acosadores o simplemente a satisfacer la necesidad de agredir y destruir que éstos suelen presentar”. O sea, y esto es muy importante, el acoso escolar implica una repetición continuada de las burlas o las agresiones

En segundo lugar, debemos saber que suele incluir conductas de diferente tipología o naturaleza. No solo hablamos de agresiones físicas o burlas, por otro lado las más conocidas y, posiblemente, fáciles de detectar; sino que también se incluyen conductas como las amenazas y aislamiento sistemático…, que pueden ser menos conocidas y las que más escondidas puedan presentarse dentro del acoso.

Una vez dicho esto, estoy convencido de que si todos –padres, profesorado, alumnado, instituciones, familiares, conocidos, amigos…– lo tenemos claro, con toda seguridad, seremos más rápidos y efectivos en las actuaciones, tanto de detección como de control y resolución de los casos que se puedan presentar.

En las personas que observan la violencia sin hacer nada para evitarla, se produce falta de sensibilidad, apatía e insolidaridad. El acoso escolar tiene una víctima que necesita ayuda y a la que estamos obligados a ofrecérsela»

Sabiendo a qué nos enfrentamos, debemos preguntarnos: ¿estamos preparados para actuar? Pienso que no, no lo estamos. Es sabido que las conductas se convierten en acoso porque se mantienen debido a la ignorancia o pasividad de las personas que rodean a los agresores y a las víctimas sin intervenir directamente. Conocemos el problema porque nos han dado información sobre él por todos los medios habidos y por haber (cartelería, vídeos, anuncios de televisión, artículos periodísticos, charlas, cursos…), pero no se ha hecho lo que, considero primordial, necesario: la formación.

Si nos quedamos en la información conocemos el problema; si se forma a los sectores que en él pueden estar implicados –personal del centro, alumnado, familias…–, sabremos cómo detectarlo y actuar. La información es muy importante, pero la formación lo es más. Todo ello se podría y debía “atacar” desde varios frentes, pero todos en unión y comunicación permanente. Desde todos los ámbitos educativos.

Formemos al alumnado, a las familias, al profesorado, a los responsables de seguridad, a los responsables de educación en Ayuntamientos u otras instituciones. Formemos a aquellos que lo pueden detectar, a aquellos que comienzan la intervención y a los que la siguen y finalizan.

Direccionar la formación a cada ámbito es importante, pero que ésta sea complementaria a cada uno de ellos, lo es más. Formar a alumnos, profesores, padres, responsables de seguridad con realidad. Mesas redondas donde cada uno exponga sus opiniones, formación de mediadores/consejeros, tratamiento de casos reales en los que se pueda ver qué se hizo bien y qué se pudo hacer mejor, creación de grupos de trabajo en los que se integren todos los sectores para un seguimiento de la convivencia en los centros y que aconsejen a quien lo requiera. Todo ello nos hará más seguros y valientes a la hora de detectar y actuar. Al mismo tiempo, el conocimiento y la formación servirán por sí mismos como prevención.

Bajemos a la tierra y no esperemos a que ocurra un caso en nuestro entorno cercano. Seamos valientes si detectamos algún indicio de que “algo está ocurriendo”. En las personas que observan la violencia sin hacer nada para evitarla, se produce falta de sensibilidad, apatía e insolidaridad. El acoso escolar tiene una víctima que necesita ayuda y a la que estamos obligados a ofrecérsela. Todos estamos implicados en este problema. Pongamos nuestro granito de arena de un modo u otro.

Juan Antonio Cabrera. Docente.

OtroPeriodismo

Revista de información social y comprometida. En Twitter @Otro_Periodismo

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