El drama de la educación online en tiempos de pandemia
El caos en las rutinas de clases de la nueva normalidad y su impacto en el alumnado, las principales quejas de familiares y profesorado.
“A las ocho de la mañana, los dos (o tres) hijos de la familia tienen que estar conectados ya que la mayoría de los departamentos optan por respetar el horario. Ahí es donde surge el problema si hay sólo un ordenador en la casa”.
Este es el testimonio de Toñi –nombre ficticio porque prefiere preservar su identidad–, una profesora gaditana, sobre el hipotético modelo a seguir de su centro en caso de un nuevo confinamiento: el mismo que el de la pasada primavera. Esta circunstancia se vive en diferentes hogares a lo largo y ancho del país desde que la pandemia por la Covid-19 llegó.
Esta profesora relata un caso especial: “Un alumno decía que no tenía ningún tipo de problema en conectarse con el móvil. No me opuse porque el Classroom y las apps también se podían utilizar con los móviles. Sin embargo, no era consciente del grave daño que le estaba ocasionando a la vista, al estar continuamente con una pantalla tan pequeña, con los reflejos que siempre conlleva el uso de este dispositivo”.
Dos de cada tres niños de entre seis y 12 años recibieron clases online pero la duración de éstas fue de poco más de dos horas. El 51% de los niños las siguieron a través del ordenador, mientras que un 14% lo hizo con un móvil, con la fatiga visual que conlleva. Estos datos se desprenden de un estudio realizado por la OCU.
Clases día sí, día no
La docente también explica el modelo de presencialidad de su centro en su centro el segundo curso escolar afectado por la pandemia. En el ciclo de la ESO han optado en un principio por la presencialidad, ya que las ratios de estas clases no son demasiado altas.
“Sin embargo, en Bachillerato era imposible mantener la distancia de seguridad, lo cual hacía inviable la clase presencial”. El alumnado, dividido en dos, asiste a clase en días alternativos, y no reciben clases online aquellos días que permanece en casa, con la consiguiente merma que esto supone para su formación.
le han llegado quejas sobre la semipresencialidad. Éstas se han producido, sobre todo, por parte del alumnado de 2º de Bachillerato, al tener que enfrentarse a la PEBAU en 2021, en estas circunstancias
Clases semana sí, semana no
En diferentes centros educativos han optado por la alternancia semanal, por ejemplo, en el I.E.S. Vega del Guadalete, de La Barca de la Florida. Uno de sus profesor Carlos Vera habla sobre los principales problemas de la semipresencialidad en este caso. En algunos grupos alternan semanalmente las clases presenciales y las telemáticas: “No se dan todos los contenidos y, además, los alumnos y alumnas pierden mucho ritmo al venir una semana sí y otra no. Algunos no están muy controlados y no son lo suficientemente autónomos para hacer la tarea y estudiar en la semana no presencial”.
A su vez, Vera comenta que los refuerzos son insuficientes. Explica que sólo enviaron tres profesoras de refuerzo por la pandemia, sólo para los cursos de 1º y 2º de ESO, por lo que en el resto de cursos no hubo refuerzo. Además, explica que con tres profesoras se desdoblan 58 horas de 180 total en esos niveles, es decir, sólo un tercio.
El profesor del IES Vega del Guadalete cuenta que el resto de horas están los grupos en su totalidad, sin que se produzca ningún tipo de desdoblamiento para disminuir la ratio. Todos ellos son de más de 20 alumnos/as y dos de ellos de 29 y 31 alumnos/as, con lo que aumenta el riesgo de contagio.
A Carlos Vera, como a otros docentes, le han llegado quejas sobre la semipresencialidad. Éstas se han producido, sobre todo, por parte del alumnado de 2º de Bachillerato, al tener que enfrentarse a la PEBAU en 2021, en estas circunstancias.
Todas las papelerías estaban cerradas. Las dos primeras semanas estuve con papel y lápiz copiando los ejercicios. Tenía que hacer los gráficos a mano…”
Clases online sin suficientes medios
Por otro lado, la historia de Verónica Orihuela durante la pasada primavera roza lo surrealista. Vecina de una pedanía de Jerez y madre de un alumno de ocho años hizo encaje de bolillos. “Nos mandaban fichas y yo no tenía ni ordenador ni impresora. Todas las papelerías estaban cerradas. Las dos primeras semanas estuve con papel y lápiz copiando los ejercicios. Tenía que hacer los gráficos a mano…”. Hasta que encontró una papelería abierta.
“Fueron muy amables pasándome su correo electrónico. Cuando imprimían todas las fichas, me mandaban avisaban para recogerlas y en diez minutos tenía las fichas en casa”.
Igual que padres y madres de numerosas familias, Orihuela se ha visto obligada a ponerse al día en aspectos tecnológicos para que su hijo no se viera rezagado con respecto al resto de alumnos. “Mi trabajo no requiere estar al día en informática. He tenido que aprender a marchas forzadas cómo pasar un documento a pdf, entre otros aspectos”.