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La cara ‘B’ de las comuniones

Meses de preparativos, organizadores de eventos, peluqueros, modistas, cocineros, catering… La comunión ha pasado de ser solo un sacramento, a convertirse en un festejo familiar y social que mueve miles de euros. Supone una pequeña fortuna—o no tan pequeña— para los padres y un balón de oxígeno para los profesionales que intervienen en a lo largo de todo el proceso de celebración.

En torno a las 10 de la mañana un sábado del mes de mayo encuentras por la calle a una mujer de 32 años, madre de una niña, vestida de negro. De profesión… camarera en paro, pero no en estos días en los cuales cada fin de semana se celebran las primeras comuniones. A pocos metros en una avenida contigua, un par de horas más tarde, un hombre de 40 años. Se llama Ángel, es padre de familia y camionero de profesión en activo, esos momentos se dirige a un salón para servir mesas.

Ellos son dos ejemplos de las muchas personas que aprovechan este bendito sacramento para llevar algo de dinero extra a casa. Primavera tras primavera son llamados para servir en restaurantes o salones particulares. Aunque no es solo cuestión de dinero. “Tiene que gustarte”, afirma el camionero. Apenas tiene descanso este mes y, paradojas de la vida, dice que lo hace entre otros motivos porque debe ahorrar para la comunión de su hija que tendrá lugar el año próximo.

Ana, empleada doméstica de 53 años, también hace su agosto cocinando en las comuniones. Ya tiene cerradas dos para el año que viene. Prácticamente no descansa. ¿Por qué? Sus hijos —la mayor de 26 años y los dos pequeños de 20— tienen estudios, pero no empleo. “Mientras ellos no encuentren trabajo… ¿qué voy a hacer?”. 

Estas celebraciones generaron un gasto de 589 millones de euros en 2014, según un estudio elaborado por la consultora KPMG para la Conferencia Episcopal, es decir, la mitad que los matrimonios.

Estas celebraciones generaron un gasto de 589 millones de euros en 2014, según un estudio elaborado por la consultora KPMG para la Conferencia Episcopal, es decir, la mitad que los matrimonios. Y es que la parafernalia ha evolucionado en ciertos casos casi roza la ostentación. Actualmente no se limitan a que el niño o la niña herede el traje de un familiar, a un almuerzo con la familia y a una merienda con su correspondiente tarta. Vestidos cuyos precios oscilan entre los 250 y los 1.500 euros, ‘photocall’, juegos hinchables, carteles y murales del pequeño o la pequeña protagonista, stands de golosinas, menaje personalizado y temático…

Rige la ley de la oferta y la demanda. Conscientes de ello, personas valientes se arriesgan a poner en marcha empresas para satisfacer esta nueva tendencia como Marian Moreno y Cristina Marzán, promotoras de No es Normal Eventos.

 Tras dos años de trabajo de campo, estudio, análisis y mucho esfuerzo, organizan bodas, bautizos y comuniones, como eventos empresariales o de cualquier índole. “Había dos tipos de servicios en el mercado: precios súper altos de catering y bodegas que van de los 70 a los 150 euros por cubierto, o bien, salones compartidos para que saliese barato. Haciendo números, había un precio intermedio que garantizaba la calidad de los productos, la exclusividad de la celebración y el ahorro de tiempo y energía de los anfitriones”, explica la Marzán, periodista y emprendedora.

“Dije que no iba a complicarme y al final…”, exclama una madre durante la celebración de la comunión de su hijo en la que no falta un detalle. “Ves que la familia de uno de sus compañeros de clase va a hacer una cosa, otra que va a poner otra… Al final caes porque quiero que mi hijo tenga igual que los demás”, concluye entre contenta y exhausta, finalizado el día del santo sacramento. 

Maria Luisa Parra

Periodista. En twitter @MLPARRAGARCIA

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