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La Macanita: «Soy artista cuando me subo a un escenario, fuera me gusta estar tranquila»

Fotografía: La cantaora jerezana Tomasa Guerrero, ‘La Macanita’ (1968)./ @MLPARRAGARCIA

«Natural, como la vida misma», así se define Tomasa Guerrero, ‘La Macanita’ (1968), cantaora jerezana que hace historia. Aunque afirma que todavía existe racismo, asegura que se siente persona, gitana y querida por todos en el mundo donde se mueve.

Dicen sus vecinos que nadie le ha enseñado, que ya sabía cantar en la barriga de su madre. “No sabía cantar y tarareaba, se mecía al compás”. El bautizo de Tomasa Guerrero La Macanita (1968) se celebró en torno a un cubo de vino. A la fiesta se sumaron ya entrada la noche dos personas que se habían perdido, uno de ellos, Manuel de los Santos ‘Agujetas’, quien se animó y aportó su voz y su arte. Quienes vivieron aquella anécdota creen que fue una señal de que la cantaora ya nació con compás y duende.

Estas son solo algunas pinceladas sobre los primeros años de La Macanita contadas durante el acto de homenaje que se le rindió el Día del Gitano que cada año celebra la Fundación Secretariado Gitano, un reconocimiento a esta jerezana, hija del palmero y acompañante, El Macano, y de una lebrijana. Esta gitana ha hecho historia en el arte del flamenco y es considerada una de las máximas figuras vivas del flamenco, heredera directa de La Paquera y de La Perla.

La artista fue la encargada de compartir su día a día con los asistentes. Nacida en el seno de una familia muy humilde recuerda que «de chica» tenía «gafitas» y las partió: “Mi madre me dio una soba porque no sabía cuándo podría comprarme otras”. Asistió al colegio al igual que sus hermanos, pero lo dejó por su trabajo: “Me gustaba más cantar que leer un libro”. Sin estudiar canto ya cantaba porque eso, dice, “no se aprende”. “Yo creo que mi madre me parió cantaora para ser cantaora”, apostilla.

Esta gitana ha hecho historia en el arte del flamenco y es considerada una de las máximas figuras vivas del flamenco, heredera directa de La Paquera y de La Perla

Con sólo cuatro años se hizo popular por su prodigiosa aparición en la serie televisiva Rito y geografía del cante. Ese fue el amanecer de su peregrinar por los los tablaos más prestigiosos de España y de los festivales internacionales. En 1983, a los 14 años, protagonizó su primer recital, y seis años más tarde grabó su primer disco ‘A la Luna Nueva’.

La muerte de su madre supuso un punto de inflexión en su vida, justo en el apogeo de su trayectoria artística. “Fueron unos años muy duros para mi familia y a para mí”. Concilió una “doble vida”: la de la mujer gitana “que tiene que estar” y hacer las tareas del hogar, y la de cantaora. “No me podía olvidar de que también era artista y que todas esas cosas las tenía que dejar aparte, sobre todo, para realizarme como artista y creo que lo he llevado a cabo con mucha entereza y con mucha educación”.

Presume de moverse en un mundo “muy amplio” en el cual la tratan como persona, como gitana, y en el que es querida. Todo ello a pesar de que “todavía existe racismo, aquí en Jerez quizá menos”, afirma.

Prefiere vivir en Jerez donde tiene sus raíces porque es gitana y le gusta su tierra. Estuvo junto a la crème: “Gracias a Dios me he codeado con los mejores artistas que por suerte o por desgracia están o ya no están”. La cantaora presume de moverse en un mundo “muy amplio” en el cual la tratan como persona, como gitana, y en el que es querida. Todo ello a pesar de que “todavía existe racismo, aquí en Jerez quizá menos”, afirma.

El día que no tiene que trabajar, que no ha de cantar, disfruta de su casa y limpia como cualquier persona. Defiende a ultranza la gitanería, “por supuesto, pero normal”. “Soy natural como la vida misma y artista cuando me subo a un escenario, fuera del escenario me gusta estar tranquila”, concluye la cantaora gitana, Tomasa Guerrera La Macanita.

Publicado en noviembre de 2016.

Maria Luisa Parra

Periodista. En twitter @MLPARRAGARCIA

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