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La pregunta es: ¿qué puedes hacer tú por la ciencia?

Fotografía: Imagen de la película ‘Hidden Figures’.

Vivimos unos momentos en los que la inmediatez y las noticias sensacionalistas invaden nuestro día a día informativo. Como escribía El Roto en una de sus tan hirientes como realistas viñetas “gracias a las nuevas tecnologías, me informo en un segundo y lo olvido en un instante”, la veracidad se difumina en comentarios, posts o fotos que muchas veces ni están contrastadas, ni llevan un proceso de investigación o ni siquiera una mínima reflexión. Pero no importa, tan pronto le doy al ‘me gusta’ lo olvido y continuo bajando con la ruedecita del ratón formándome así mi imagen conceptual de qué es lo que NO está pasando a mi alrededor. El premio se lo lleva el medio ambiente o, ampliando el rango, la ciencia.

Tenemos a los científicos apartados de la sociedad. Con sus batas, sus cacharros raros de investigar apenas les damos el apoyo o el reconocimiento que merecen. Personas que dedican prácticamente su vida a descubrir lo que nos rodea, muchas veces en condiciones laborales ridículas. No es tarea fácil dedicar años a plasmar en un papel nuevos descubrimientos que luego servirán para el uso público. En parte la culpa de esto la tenemos todas, todas las personas. Me refiero, tanto a las científicas como al resto de la sociedad.

Es verdad que en muchas ocasiones los científicos se han encerrado en sus laboratorios llenos de cachivaches y humo, hablan y escriben con palabras que nadie entiende. Por esto el resto de la sociedad ha llegado al punto de obviarlos y dejarlos en sus cubículos, sin entender bien qué es lo que hacen, además de publicar cosas en inglés en revistas que nadie lee y hablar un dialecto del que apenas podemos sacar un par de palabras que entendemos. Esto se ve reflejado en el peso que un científico tiene en esta nuestra comunidad. Todas hemos oído como determinados presidentes ignoran el hecho del cambio climático, aún cuando toda la comunidad científica lo tiene clarísimo con los años de investigación y los datos que han obtenido.

No hace falta irse muy lejos. Los últimos meses en Sevilla, biólogos y biólogas de la Estación Biológica de Doñana confirmaban que la introducción de una cotorra en la ciudad ha puesto en riesgo la supervivencia de nuestras especies autóctonas. Esto no lo dicen porque sí, lo dicen con sus datos, porque se han pasado horas y horas observando, anotando y analizando cómo actúan estos bonitos loritos y han descubierto cuán agresivos son con respecto a gorriones, cernícalos, murciélagos y más fauna del lugar.

El caso es que propusieron al Consistorio sevillano la medida que consideran necesaria: su erradicación de la ciudad ahora que es posible ya que los grupos reproductores están localizados. Esta es una medida pensada, razonada y avalada por la información recogida, que se espera que tenga sus resultados con el consecuente beneficio para la ciudadanía. ¿Cuál es la sorpresa? Cuando el propio Ayuntamiento anuncia esta medida y, lejos de sentirse agradecido por la información y el trabajo desarrollado, tiene que enfrentarse a grupos de personas que, sin formación, sin estudios previos, sin avales y con la única carta de presentación de ‘no te votaremos’, han conseguido hacer que se paralice esta actuación a pesar del aval científico. Es tal el abismo entre ciencia y ciudadanía que debemos reflexionar y pensar que algo tenemos que hacer.

Reflexionar es complicado en estos tiempos, tiempos en los que la inmediatez, el ‘compra ya’, el ‘lee rápido’ y hazme caso que yo te digo la verdad o el sensacionalismo viral, reinan en un caos informativo y de opinión que no hay quien lo ordene o, al menos, sepamos a quién hacerle caso.

Sin embargo, existen soluciones, no nos vamos a quedar en lo malo, hay que hacer un esfuerzo para que ciencia y ciudadanía vayan de la mano. Qué mejor idea que dar peso a las personas para que formen parte de esta ciencia que nos quedaba tan lejana. Para ello, en 2013 la comisión europea correspondiente elaboró el Libro Verde de la Ciencia Ciudadana. El libro se refiere a la participación del público en general en las actividades de investigación científica donde los ciudadanos contribuyen activamente a la ciencia, ya sea con su esfuerzo intelectual como con herramientas y recursos.

Miles de personas pululando por sus lugares con los sentidos abiertos son mucho más productivas que el esfuerzo único del aspirante a doctor que dedica todo su esfuerzo y vida a recoger una serie de datos»

Las participantes proporcionan datos para los investigadores, plantean nuevas preguntas y crean en conjunto una nueva cultura científica. Al participar con las aportaciones, las personas voluntarias adquieren nuevos conocimientos y habilidades, y una comprensión más profunda del trabajo científico de una manera atractiva. Como resultado de este escenario abierto, en red y multidisciplinar, se mejoran las interacciones entre la ciencia, la sociedad y la política, lo que lleva a una investigación más democrática basada en la toma de decisiones y en la evidencia. No hay mejor escenario que aquel en el que reunimos a todos los integrantes y los hacemos participar de manera activa para que el resultado final beneficie a todas las partes.

Si participamos en la recogida de datos, vamos a conocer qué es lo que hacemos y por qué, nos interesaremos por el trabajo científico y adquiriremos una cultura que nos costaría tomar de cualquier red social virtual y efímera.

Para la comunidad científica el marco es inmejorable: miles de personas pululando por sus lugares con los sentidos abiertos son mucho más productivas que el esfuerzo único del aspirante a doctor que dedica todo su esfuerzo y vida a recoger una serie de datos que apenas llegarán a un mínimo porcentaje de lo que puede hacer esa sociedad organizada, empoderada y motivada por aprender y sentirse útil para que la ciencia le dé los resultados tras el análisis. Por último, el beneficio llega también a la política: ofrecemos el marco en el que ciencia y sociedad general se han dado de la mano y hablan el mismo idioma.

En la práctica ya hay numerosas propuestas y plataformas que ayudan a la ciudadanía a participar en procesos científicos. Podemos hablar de Natusfera, Observado o eBird, entre otros, donde ya cuentan con numerosos grupos de trabajo en los que podemos registrar nuestras observaciones cuando hacemos senderismo o paseamos por nuestra ciudad para así incrementar el conocimiento de especies determinadas en diferentes lugares.

Logotipo del City Nature Challenge 2018. Autor: Lila Higgins

En esta línea, el “City Nature Challenge” es una propuesta muy interesante. Ciudades de todo el mundo compiten durante cuatro días en una especie de maratón para registrar el mayor número de especies vivientes (valen plantas, insectos, mamíferos, aves, …). Iniciativas como esta nos harán tomar conciencia de la importancia de la biodiversidad en nuestro medio ambiente más cercano, el lugar donde vivimos, nuestra ciudad.

El City Nature Challenge se celebrará del 27 al 30 de abril en la Bahía de Cádiz y para encontrar más información puedes visitar la web de la Sociedad Gaditana de Historia Natural y el portal de Natusfera.

Rafa Benjumea

Biólogo-educador ambiental.

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