Entrevistas

«No se me ocurre mayor defecto para una chica que tener órganos masculinos»

Charlotte Goiar (Vigo, 1972) es conocida por ser la primera transexual de España y, recientemente, por su apoyo a ‘Hazte oír’, organización a la que defiende, pero de la que no forma parte. Ella se define como activista, y acusa a las asociaciones LGTBI de silenciarla por tener opiniones distintas.

La infancia y adolescencia de esta niña encerrada en un cuerpo de chico fue “horrible”. Sus familiares más próximos no entendieron la situación con la naturalidad de sus padres, que siempre le apoyaron. En el instituto le empujaban, le escupían. Por fin, en 2015 se convirtió en la primera persona que obtuvo el visto bueno del Tribunal Supremo para cambiar de sexo. Asegura que no había sido feliz un solo día de su vida hasta ser intervenida en 2015. El nombre de Charlotte que recoge su DNI fue escogido por su madre; Goiar, en realidad es un nick, la unión de las dos primeras sílabas de sus apellidos. De esta forma intenta preservar su intimidad.

Charlotte Goiar (Vigo, 1972) es conocida por ser la primera transexual de España y, recientemente, por su apoyo a ‘Hazte oír’, organización a la que defiende, pero de la que no forma parte. Ella se define como activista, y acusa a las asociaciones LGTBI de silenciarla por tener opiniones distintas.

OtroPeriodismo.- Quiso quitarse la vida. ¿Cuál fue la gota que colmó el vaso?

Charlotte Goiar.- Bueno, fue a lo largo de la veintena y la treintena, no veía avances médicos. Hasta 2007 no fue aprobada una ley que permitía el cambio registral de nombre y hasta los 35 años tenía que cargar con un DNI y un sexo que no se correspondían. Era un problema para todo: no puedes conseguir un trabajo, ni suscribirte a un gimnasio o a un videoclub. No se me ocurre mayor defecto para una chica que tener órganos masculinos, es una cosa feísima y horrible.

OP.- ¿En qué momento decidió tomar apariencia de chica?

CG.- A los 16 años, después de ir a un médico endocrinólogo. Me puso en tratamiento con estrógenos y a partir de ahí empecé a coordinar todo. Fue progresivo, además nunca desarrollé vello facial…

OP.- Pero tenía nombre de chico.

CG.- Sí pero fue de forma natural. No iba al instituto con vestidos porque eso era meterme en un lío tremendo. Yendo unisex me decían mil cosas. No es un tema que tenga que ver con la ropa.

OP.- Claro que no, pero es un acto de valentía y de reivindicación.

CG.- Ya, aunque yo lo vivía de un modo íntimo y privado.

OP.- ¿Por qué?

CG.- Porque es una cosa muy íntima. Decir que lo estás pasando mal por eso no es una cosa de la que estés orgullosa.

OP.- ¿Se sentía culpable?

CG.- Para nada. Sabía que no era culpa mía, sabía que algo en mi cuerpo iba mal y mi madre también lo entendía así. Nadie puede elegir semejante barbaridad, sufrir todo esto. Tampoco iba a ir reivindicando con orgullo, ni pidiendo que me llamasen María. Yo iba con mi carpeta, vestida unisex, afeminada… Era así y me decían de todo hasta que tuve que dejar los estudios. Me daban especial pánico las clases de Educación Física porque me metían en vestuarios con chicos, me veía totalmente fuera de lugar.

OP.- Tuvo durante una década un espacio en la web sobre este asunto traducido a 10 idiomas, ¿se siente en parte vigía de las personas que pasan por lo mismo que usted?

CG.- Fui de las primeras en meterme en el mundo digital. En 2005 decidí que una persona debía explicar bien, decentemente este asunto, y no como el circo que se ve en televisión y en los medios generalistas. La página creció y unas 500 personas firmamos una petición a la Organización Mundial de la Salud (OMS) para que por fin se reconociera el trastorno de forma médica, no de forma psiquiátrica como se reconocía antes. Mantuve contacto con muchos activistas, a muchos pacientes de muchos países y a personalidades. Conozco todo este mundo muy bien.

OP.- Usted cree en Dios. ¿Cómo le ha tratado la Iglesia en las diferentes etapas de su vida?

CG.- Bueno, mis padres eran católicos no practicantes. En mi casa había una biblia enorme, sin embargo nunca se habló de religión ni nada, lo justo. Recuerdo que iba a un colegio privado mixto y en la clase de religión los niños lo pasaban bomba.

OP.- Es decir, ¿no ha sido ni acogida ni rechazada porque no ha tenido contacto directo?

CG.- No, nunca se me inculcó mucho el tema religioso. Después con 40 años, cuando ya estaba agotada y no podía más con tanto tribunal y tantas cosas, dije: un ser humano solo no puede con esto, tiene que haber una fuerza superior que me pueda ayudar. Te caes al suelo, te derrumbas y lo dejas todo en manos de un poder superior. Soy cristiana metodista, de la rama protestante, más abierta que los católicos. Respeto todas las confesiones cristianas, a los ateos o no creyentes. Tengo una mentalidad muy abierta.

OP.- No hace mucho tiempo, en 2012 afirmaba que nunca había sido feliz en su vida. ¿Ya ha conseguido serlo? 

CG.- Ahora sí. Empecé a serlo en el 2015 con mi primera cirugía. A pesar de las complicaciones, desde el primer día las personas que me veían en la clínica estaban alucinadas porque veían a una Charlotte resplandeciente, contenta. Además, el sexo es una función orgánica básica del organismo, igual que dormir y comer.

OP.- Ya que lo menciona, ¿mantuvo relaciones antes de la intervención? 

CG.- Sí, he tenido relaciones, todas con chicos heterosexuales a quienes no les ha importado que no me hubiese intervenido antes. Todo quedaba en caricias y besos, nada más.

OP.- ¿Algún chico le ha mostrado alguna vez su rechazo?

CG.- Yo lo decía de entrada.

OP.- Es de suponer que no iría con un cartel en la frente cuando empezaba a conocer a alguien, ¿no?

CG.- Yo he estado viviendo con depresión muchísimos años y sentía aislamiento. No tenía mucha vida social, solo con algún chico que conocía en las redes sociales. Tomábamos algo y, si la cosa iba a más, lo comentaba. A la mayoría no les importaba porque me veían una chica guapa y les daba igual. A lo mejor sí le importaba a un 1%. Yo era bastante atractiva, llamaba bastante la atención, soy alta… Una cosa importante que quiero decir es que yo no me operé por sexo sino por necesidad total de coherencia con mi cuerpo. Ahora que ya todo cuadra me siento tranquila, relajada, bien. De lo que me arrepiento es de haberme operado tan tarde, con 42 años, de no haberme operado con 14 años.

OP.- Eso no dependió de usted.

CG.- Claro. Me arrepiento de que la medicina y todo no estuviera dispuesto para operarme por entonces con 14 años.

OP.- Se operó y acabó la depresión.

CG.- No estoy deprimida para nada. Estoy muy contenta y muy feliz. Estuve meses en silla de ruedas de aeropuerto en aeropuerto, entre Vigo y Barcelona. No me podía ni mover, tenían que darme de comer… Los médicos lo tapan un poco, pero son complicaciones habituales. He conocido bastantes casos con complicaciones. Los colectivos transexuales dicen que el sexo es secundario, que lo que importa es el género y que la gente puede vivir igual sin que eso esté en armonía y no es cierto.

OP.- Cambiando un poco de tercio, en la actualidad se ve que ha sido muy bien acogida en ‘Hazte Oír’. A algunos les choca. Podría parecer incoherente que la primera persona a quien el Tribunal Supremo permite cambiar de sexo esté a favor de las campañas de está organización.

CG.- Es coherente porque el Supremo ha permitido la operación por motivos médicos. La sentencia pone: Charlotte sufre una patología de intersexualidad congénita que si no se corrige le produce trastornos continuados como la depresión. El discurso de este tribunal es totalmente médico. Eso es lo que dice el autobús: los niños tienen pene y las niñas tienen vagina. Yo siempre lo he entendido así y todos los niños y todas las niñas que tenemos el mismo problema, que somos poquitos, todos lo entendemos así. Por eso tienen depresión, deben ir al psicólogo porque no tienen lo que tienen que tener.

OP.- ¿La campaña no es un poco cruel con los pequeños que se sienten niñas y aún tienen pene, al igual que le sucedió a usted en su día?

CG.- Es que la campaña no estaba dirigida a los niños, estos no entienden de políticos, de campañas…

OP.- Sí, pero se han visto por ejemplo a padres ofendidos con pancartas en las que se leía que su hija tiene pene, reivindicando también la situación de su pequeña.

CG.- Sí y manifestándolo como si fuera algo normal, pero eso no es médicamente normal. No es médicamente normal que una niña tenga pene.

OP.- No es normal, sin embargo, usted sabe que sucede.

CG.- Cuando sucede es porque algo no anda bien, las piezas no encajan. Las niñas tienen vulva y, si no es así, algo anormal médicamente está pasando y debe tratarlo un médico. Los padres de estos niños están diciendo que esta situación es normal, que no necesitan asistencia médica ninguna, que los quieren dejar crecer así y que ya se verá. Quieren despatologizarlo, quitarlo de la medicina y tampoco es eso. Hay que tener un poco de rigor científico.

OP.- Usted que ha sufrido vejaciones en su infancia y adolescencia, ¿no cree que esa campaña da pie a que los niños y la sociedad en general tenga prejuicios y sean intolerantes ante personas que aún no se había realizado el cambio de sexo, como le sucedió a usted?

CG.- Creo que las cosas han cambiado muchísimo, hace 30 años era distinto. En los años 80 —ahí sí doy la razón— sí hacían falta campañas para visibilizar estas cosas. Hoy en día veo que estos niños están totalmente aceptados por la sociedad.

OP.- Se conocen públicamente muchos casos en los que no son aceptados por su entorno.

CG.- Ya, pero por lo general está bastante aceptado. De hecho, ya ves la reacción negativa que ha habido por parte de todos en defensa de esos niños, eso ya dice mucho. Cuando toda la sociedad española sale en contra de ese autobús en defensa de esos niños quiere decir que hay una mayoría social muy fuerte que les apoya y que el tema está bastante bien comprendido. Estamos casi en el 2020, veo un gran cambio. Los colectivos LGTBI se están pasando ya siete pueblos porque están intentando quitar esto de la medicina. Es un síndrome como cualquier otro y la OMS lo reconoce como una patología y es necesario para que se pueda tratar mejor, para que se pueda prevenir antes. Cuando crezcan estos niños, habrá de todo: algunos que no tenían disforia de género sino que eran gays o lesbianas y van por otro rumbo… Por supuesto cada caso es diferente y hay que respetarlos todos, pero no me refiero a los casos como el mío.

OP.- ¿Cree que los colectivos LGTBI cuestionan que en los casos de intersexualidad intervengan los médicos?

CG.- Sí, sí, lo cuestionan. Todas las asociaciones de padres, de gays, y lesbianas, incluso los partidos políticos que quieren aprobar ciertas leyes, todos quieren que esto no sea considerado algo médico ni que lo decida un médico, quieren que lo decidan los niños. ¿Desde cuándo un niño decide qué diagnóstico tiene o qué tratamiento hay que darle? Eso tiene que decidirlo un médico especialista que entienda de eso.

OP.- Hace un momento ha dicho que desde muy pequeña se sentía mujer, que se encontraba en un cuerpo que no era suyo y que no había mayor defecto que ese.

CG.- ¿Y? No entiendo qué me quieres decir.

OP.- Afirma que un niño no puede decidir, pero antes ha dicho que ojalá se hubiese operado a los 14 años.

CG.- Sí, pero porque lo hubiera decidido un médico, no yo. ¿Por qué en este caso hay que esperar hasta los 18 años para que te operen? Eso no lo decido yo. A mí me gustaría que los protocolos cambiaran en ese sentido y avanzasen un poco las cosas. Pero para que eso sea posible tiene que seguir reconocido por la OMS para que los médicos puedan seguir investigando, para que los seguros médicos lo cubran y se pueda tratar… Si quitan esto de la medicina, es un caos.

OP.- ¿Qué siente cuando llega a sus oídos casos de agresiones a personas del colectivo LGTBI?

CG.- Siento lo mismo que si me agrediesen a mí o a una persona de color, al igual que con cualquier injusticia en el mundo. ¿Cómo se puede agredir a alguien por su orientación sexual o por el color de la piel? En eso estoy de acuerdo: agresiones cero, pero tampoco hay que pasarse siete pueblos. En España no hay una sola asociación de pacientes, todas son asociaciones de gays, lesbianas y transexuales, todo mezclado. En países más avanzados como Alemania o Noruega sí las hay, llevan el tema desde un punto estrictamente médico. Aquí no. Las asociaciones que hay lo meten todo en el mismo saco como si todo fuera lo mismo: homosexuales, travestis, transexuales, intersexuales. No es así.

OP.- ¿Respeta que dos personas del mismo sexo mantengan encuentros sexuales o una relación de pareja?

CG.- Claro, totalmente.

OP.- ¿Y que el matrimonio entre homosexuales se denomine así?

CG.- Ahí ya discrepo un poquito. Si te fijas la palabra viene de ‘madre’. Imagino a dos hombres y, ¿dónde está la madre ahí? Respeto que se casen, que tengan relaciones, y al cien por cien los mismos derechos que cualquier matrimonio heterosexual, pero debería tener otro nombre. Muchas personas como yo estamos un poco cansadas de que cuando salga nuestro tema se hable de homosexualidad, por ejemplo, de que nos traten como a hombres vestidos de mujer o como gays.

OP.- Disculpe, usted ha sufrido las consecuencias de ser diferente, agresiones físicas y verbales. Evidentemente, la homosexualidad es totalmente distinta a su caso, pero su opinión puede resultar de interés tras la experiencia vivida.

CG.- Vale, lo único el nombre de matrimonio. Tengo amigos gays, muchos de ellos están en contra del Orgullo Gay, del World Pride. Llevan vidas tranquilas y dicen que les avergüenza: sale gente practicando sadomasoquismo… El tema de los niños y de la adopción me gustaría puntualizarlo: el derecho del niño debe primar siempre al derecho del padre, sea homosexual o lo que sea. Todo niño tiene derecho fundamentalmente a un padre y a una madre. Esto es un derecho de la Convención Internacional de los Derechos Humanos del Niño y debe respetarse por encima de todo.

OP.- ¿Está a favor de la gestación subrogada?

CG.- En un principio no. Los vientres de alquiler me recuerdan a cuando ordeñas a las vacas con aparatos, a una industria lechera, a los aparatitos absorbiéndoles la leche.

OP.- ¿Considera que la homosexualidad es una enfermedad?

CG.- No, no, no. Nunca ha sido una enfermedad, que yo sepa. Los homosexuales no necesitan tomar medicinas, ni operaciones, ni tomar hormonas, ni pasar por lo que las personas como yo hemos pasado. Es más considero que se debe respetar como cualquier otra orientación sexual o ideológica o lo que sea. Lo mío es diferente, es una patología, un problema muy grave, hay algo biológico serio por detrás. Si se opera es porque es serio, no por capricho. La operación no la decido yo, la decide un médico como con cualquier otra enfermedad. Hace falta rigor y seriedad que España no tenemos. Los padres no tienen experiencia ninguna, son personas mayores, de la época de Franco que viven el tema de sus hijos con falta de rigor. Ya hay unos protocolos médicos establecidos para este tipo de casos que se siguen al dedillo por todas las unidades especializadas del mundo, con una serie de requisitos. No es una cuestión de elegir.

OP.- Afirma que el lobby LGTBI impone la ideología de género. Según usted, ¿en qué consiste esa ideología y cómo tratan de imponerla?

CG.- La ideología de género es totalmente distinto a mi caso. Yo nací con una patología desarrollada en el periodo de gestación. Las hormonas impulsaron un cerebro discordante con los genitales, es físico. El Lobby LGTBI hace creer que la elección del género es una cosa normal, que cuando tú quieras puedes decidir de qué género eres y decir: ah, yo me siento mujer, pues perfecto; mañana me siento hombre… como si eso fuese una cosa plástica, flexible, que se puede cambiar. No es cierto, es falso. Quieren hacer pensar a los niños que sí pueden, les causan confusión. Además, los incitan a probarse vestidos… Yo vi material escolar que se titula ‘El niño perfecto’ y ponen a un niño con un vestidito y unos tacones. Incluso he leído que incitan a niños de 5 ó 6 años de Primaria a mantener relaciones homosexuales para verificar si realmente son heterosexuales o no (sic).

OP.- ¿Eso lo ha leído?

CG.- Es una injerencia absoluta y brutal en lo que es la intimidad de un niño.

OP.- Pero, ¿dice que eso lo ha leído?

CG.- Eso lo he visto comentado en montón de sitios, en un libro que ha publicado ‘Hazte oír’ y está en las leyes. La intención va por ahí porque eso se ve con imágenes y dibujos explícitos copiados de material escolar de algunas comunidades autónomas.

OP.- Disculpe, ¿me acaba de decir que se incita a niños de 5 ó 6 años a mantener relaciones, digamos, para que se aclaren, según ha leído en material de ‘Hazte oír’?

CG.- Para verificar si realmente son heterosexuales. Sí lo he leído en material de ‘Hazte oír’. Estos temas deberían estar en el total anonimato y confidencialidad del historial médico de un menor, no recogido en titulares. A casos como el mío se les está dando mucho bombo y platillo… Un poco de respeto a la intimidad de estos niños. Hoy en día todo el mundo sabe lo que es el cambio de sexo, no estamos en los años 50, estamos en el siglo XXI, ya no es noticia y sale todos los días en el periódico. No hay que llevar a los niños a las manifestaciones con gorras del colectivo como hacen algunos padres, los exhiben mediáticamente. ¿Qué es eso? Lo que tienen que hacer si son padres responsables es llevarlos al médico pediatra especializado, que no los exhiban.

OP.- ¿Usted no ve conveniente llevar a niños a manifestaciones por el respeto a la diversidad?

CG.- A ver… ¿qué tipo de manifestaciones? No creo que sea conveniente. ¿Cuántos homosexuales hay? Una cosa es que en casa los padres les expliquen que hay personas a las que les gustan personas del mismo sexo, pero de ahí a llevarlos con pancartas a manifestaciones que, entre comillas, dicen que son por la diversidad. De diversidad nada porque cuando contradices lo que ellos piensan… Por eso a mí me ocultan y todo el activismo que he hecho durante todos estos años está oculto. No hay nada sobre mí en las páginas de estos colectivos, me tienen oculta para que nadie se entere de lo que pienso, de mi experiencia, de lo que yo he pasado, de mi historia y para que se imponga lo que ellos piensan. ¿Llevar a los niños a esas manifestaciones en nombre de la diversidad cuando no hay diversidad de opinión? No hay diversidad de opinión, hay un pensamiento único: o piensas así o eres un transfóbico.

OP.- Ha habido un cruce de acusaciones: se ha dicho que las asociaciones LGTBI reciben ayudas  y que sus actuaciones son consecuencia de ellas. De Hazte Oír, también se ha dicho que se ha beneficiado del actual Gobierno. Existe cierto paralelismo, ¿no? 

CG.- No, porque ‘Hazte oír’ no está subvencionada ni recibe ninguna ayuda del Estado, vive de donaciones particulares únicamente, de gente que dona cantidades a esa ONG. Sin embargo, los colectivos LGTBI están todos subvencionados y bien subvencionados porque hablamos de millones de euros. Conozco a mucha gente que vive del cuento en este país por pertenecer a estas asociaciones que luego, en la práctica, no hacen nada. A mí no me han ayudado nada y en cambio en todo el entorno de ‘Hazte oír’ me he sentido completamente comprendida, arropada por todos, han entendido mi situación, ha habido lágrimas, abrazos… cosas que en los otros colectivos no he tenido nunca.

Me gustaría formar una familia heterosexual. Tengo 44 años, pero no quiere decir que a los cuarenta estés acabada, muerta y sepultada. Aún me quedan algunos años y espero vivirlos».

OP.- ¿Cómo ve su futuro?

CG.- Con mucha esperanza, ahora estoy contenta, feliz, puedo respirar. Me gustaría formar una familia heterosexual. Tengo 44 años, pero no quiere decir que a los cuarenta estés acabada, muerta y sepultada. Aún me quedan algunos años y espero vivirlos. Me hubiera gustado que hubiese pasado antes, pero aún me veo con la posibilidad y la esperanza de poder llevar una vida normal.

OP.- ¿Qué le gustaría decir?

CG.- A los padres de los niños que sufren lo mismo que yo —ya que los niños los pobres son manipulados, manejados, pequeñitos y no entienden estas cosas— decirles que no tienen experiencia, que valoren casos como el mío, lo que dice el Tribunal Supremo, la OMS, la comunidad médica internacional. Esto es una patología seria que reviste gravedad, que lleven a los niños a los médicos. Los propios padres cuentan que hay riesgo de suicidio, lo pasan muy mal, sufren ‘bullying’… Necesitan asistencia de profesionales cualificados, que reconozcan que esto es una patología para prestarles ayuda médica porque sino se va a un caos total que perjudica a los menores y a futuras generaciones.

Maria Luisa Parra

Periodista. En twitter @MLPARRAGARCIA

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