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Coronavirus: ciegos que ven, ciegos que viendo no ven

Con la crisis del coronavirus y el recogimiento obligado por pura responsabilidad, me he acordado en estos día del maravilloso libro de José Saramago ‘Ensayo sobre la ceguera’. En esta obra ante todo –y sin destripar el final– la humanidad se ve obligada a colaborar y cooperar para salvarse. “…Creo que no nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos, ciegos que ven, ciegos que viendo no ven…”.

La agudización de esta crisis nos pone a todas las personas al mismo nivel, nos hace tomar conciencia de nuestra vulnerabilidad. Un virus tan pequeñito, no captado ante el ojo humano, nos pone en alerta ante un enemigo invisible, pero extremadamente poderoso.

No sé si algún día nos enteraremos de la verdad sobre teorías conspiratorias, geopolíticas o, simplemente, se trata de la misma naturaleza que, en un ejercicio de pura defensa, nos dice que nos estamos autodestruyendo devorando el planeta.

Yo me quedo con esto último. En pleno siglo XXI de aquí en adelante, al límite o ante el ya de por sí irreversible cambio climático, esta crisis, este parón obligado, nos tiene que hacer reflexionar a la fuerza sobre cuál es el camino a seguir.

Uno: o seguimos recorriendo el de las políticas económicas individualistas del “sálvese quien pueda”, donde la opresión y explotación de los cuerpos (con especial incidencia de las mujeres y niñas) y el planeta que nos sostienen con vida, es el precio que tenemos que pagar para seguir desarrollándonos.

O dos: damos por fracasado este sistema económico capitalista y patriarcal por lo destructivo, individualista y egoísta, el cual absorbe, devora y olvida a las personas, sus vidas, sus historias, y explota los seres y recursos del planeta, como llevan años denunciando la comunidad ecofeminista.

No soy yo ninguna experta en macroeconomía, pero sí experimentada en la microeconomía que implican los cuidados de un hogar, donde el principal valor es intentar satisfacer las necesidades primarias: sanidad (techo, comida y energía) y educación, y los cariños de escucharnos, de reírnos y querernos y resolver las precariedades intentando no dejar nadie atrás, todo lo demás es secundario.

Portada ‘Ensayo sobre la ceguera’, de José Saramago.

Como en el libro del tan querido José Saramago, estos días, poco a poco la epidemia por el Covid-19 se va extendiendo por todo el mundo. Vemos actitudes que nos dicen que el número de ciegos va creciendo y, con ellos, los problemas.

Y así, ante la amenaza del derrumbe de un sistema, ya con nosotras antes del covid-19, con el inexorable cambio climático, la de la degradación del ser humano, comprobados estos últimos días en las fronteras de Lesbos, disparando las policías a niños y niñas refugiadas de las guerras provocadas por los países “poderosos”, por ser dueños de los recursos… estamos ante la posibilidad de replantearnos y ser revolucionarias que, ante un escenario tan hostil, nos preguntemos, tal como decimos las ecofeministas, si estamos ante la oportunidad de resetear nuestra historia, la historia de la humanidad, como si fuera desde el inicio y reconocernos en humanidad siendo verdaderamente las dueñas y dueños de nuestro destino.

Abramos los ojos y, como en ‘Ensayo sobre la ceguera’, preguntémonos: ¿por qué nos quedamos ciegos?

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