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«De pensar que no me podría levantar de una silla de ruedas a competir en triatlón…»

Con apenas 12 años sus amigos le dieron de lado cuando una enfermedad redujo su movilidad. Hoy día, Teresa Palma, se ha convertido en todo un ejemplo por su coraje y plasma su experiencia en un libro para ayudar a otros jóvenes. «No hay nada imposible; si quieren, pueden».

 

“Lo imposible es el fantasma de los tímidos y el refugio de los cobardes”.

Napoleón Bonaparte

 

Dos adolescentes iguales y tan diferentes. Isabel Parra tiene 15 años, ya ha superado la etapa en la que no le veía sentido a estudiar y sacar buenas notas; ahora se lo toma muy en serio y es una de las mejores de su clase. Teresa Palma, de 16, también es buena estudiante, miembro del coro y toca en la banda de música de su pueblo, Zahara de la Sierra (Cádiz). Palma también padece condrólisis idiopática, enfermedad que provoca cojera, disminución de la movilidad y gran dolor producidos por la pérdida acelerada del cartílago, pero actualmente practica ciclismo, natación y ‘running’.

Ambas se conocieron durante el transcurso de una marcha solidaria bajo la luna. A priori, Isabel no la notó distinta, sólo se percató de que cojeaba un poco. A lo largo del trayecto Teresa le contó grosso modo cómo plantó cara a su “inesperada” enfermedad que le llevó a estar casi un año en silla de ruedas.

Ella siempre había sido muy aficionada al deporte. Con sólo 12 años decidió rodear corriendo el perímetro de Zahara junto a su padre. Un reto algo más elevado de lo habitual. Lo consiguió, aunque terminó cojeando. Un conocido le recomendó que fuese al médico. Al día siguiente, decidió repetir la hazaña con su madre y la cojera se acentuó, pero la atribuyó al sobreesfuerzo.

Apenas una semana después continuaba con las molestias. Al tomarle las medidas para confeccionarle una traje de flamenca, su abuela se percató de que tenía la columna deformada “como una serpiente”, y tanto la cadera como la pierna no estaban desalineadas. “Así, de la noche a la mañana”, apostilla. Una rotura fibrilar fue el primer diagnóstico. Sin embargo, en las sesiones de rehabilitación alertaron de que se trataba de algo más pues su cadera no rotaba.

Ese fue el comienzo de una maratón de idas y venidas a hospitales de Málaga y Sevilla. Teresa recuerda el procedimiento con todo lujo de detalles. Ingresó durante once días en el Hospital de Málaga, a 200 kilómetros de su casa, hasta descartar un posible tumor. Mientras, el dolor y la rigidez de su extremidad no menguaban. Necesitaba ayuda para sentarse, bajarse los pantalones, tumbarse, ir al baño… “Estábamos desesperados, lejos de casa y cada día venía un médico nuevo”.

Después del alta, perdía a diario tres horas de clase para asistir a rehabilitación. La incertidumbre sobre la verdadera causa de su malestar persistía. Barajaron diferentes propuestas para paliar el dolor: desde la toxina botulínica, hasta otras más radicales como cortar los abductores. Finalmente, ni los padres, ni los facultativos se atrevieron a ejecutar ninguna. Posteriormente, la alternativa del hospital sevillano era implantar una prótesis de cadera, medida que por su edad resultaba inviable.

Diez meses después, cuando ya había perdido masa muscular y se retorcía de dolor en la cama, obtuvo el diagnóstico definitivo: condrólisis idiopática. “En la radiografía se veía que el fémur rozaba con la cadera provocando el intenso dolor, y presionaba la espalda curvándola”. “La solución para quitarme el dolor fue quemarme el nervio de la cadera”, explica la joven. Y, para asombro de todos, no mejoró. “Arrastraba la pierna y media hora antes de la toma de la dosis de morfina ya tenía mono. Los médicos no se lo podían creer”.

Dejó de salir de casa, sus amigos le dieron de lado y pidió el traslado a otro centro educativo donde fue muy bien acogida. A la operación le siguió un año en silla de ruedas, para ella lo peor que le pudo pasar. De ese tiempo no guarda ningún recuerdo. “He borrado todas las fotos de ese tiempo”. Palma se refugió en su pasión, decidió competir en una travesía. Un día su entrenador de natación, Joaquín, le dijo que antes de participar en la prueba a nado dejaría de usar la silla. Al principio se mostró incrédula porque los especialistas no le daban esperanzas. Pero poco a poco aprendió de nuevo a caminar: “Ya no me acordaba de cómo se andaba”. Cuando montó en bici, su madre lloró, “no lo podía creer”.

Ahora Teresa Palma compite en triatlón y travesías, estudia incluso mientras entrena en la bicicleta estática. Quiere ser doctora. “Ahora tengo una enfermedad rara, pero no le echo cuenta. De pensar que no me podría levantar de una silla de ruedas a competir en triatlón…”.

Teresa Palma e Isabel Parra./ J.A.M.
Teresa Palma e Isabel Parra./ J.A.M.

Las ganas y el coraje de Teresa Palma han impactado a Isabel quien reconoce que se agobiaba mucho por las clases. Al realizar la marcha y conocer su historia «me he dado cuenta de que esos problemas no son nada comparado con lo de otras personas como los de Teresa», concluye la joven.

Durante todo el periodo de convalecencia la niña que se valió del deporte para superar su discapacidad plasmó sus emociones en un libro porque se negaba a ir a un psicólogo. En él narra su experiencia mediante la cual pretende animar a otros niños y jóvenes que, al igual que ella, pasen por duras circunstancias. “No hay nada imposible; si quieren, pueden”, sentencia la zahareña.

Maria Luisa Parra

Periodista. En twitter @MLPARRAGARCIA

Un comentario en ««De pensar que no me podría levantar de una silla de ruedas a competir en triatlón…»»

  • Gran luchadora ,buena hija y amiga
    Yo la aprecio mucho ,es una chica excelente ,fuerte como un roble que el viento con su fuerza quiere caer y no puede ,me encanta su fuerza de entereza y su manera de pensar y como se ha aferrado a todo lo que sea propuesto ,sigue así no cambies nunca y esos que un día te dieron de lado verán como se equivocaron Te quiero Teresa y siempre me tendrás por si te hago falta y tu lo sabes ,sigue así Campeona

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