Inmigrantes desamparados a los 18 años: «Hago esto por mi familia y, si me matan, moriré orgulloso»
Fotografía: Khalid, joven extutelado acogido por la ONG Voluntarios Por Otro Mundo./ @MLPARRAGARCIA
Jóvenes extranjeros, sin permiso para trabajar, quedan de un día para otro sin respaldo y sin un techo bajo el que dormir una vez que cumplen la mayoría de edad. Algunos acaban ejerciendo la prostitución o delinquiendo. La ONG Voluntarios Por Otro Mundo ayuda a estos chicos a buscar una salida laboral, pero denuncia la falta de recursos.
Khalid cruzó la frontera escondido en el interior del maletero de un coche, sin pasaporte y con sólo 15 años. Así llegó a Ceuta. Después de estar tres días en la calle la Policía lo llevó a un centro de menores. Hamza también entró por la frontera con el pasaporte, después nadó hasta un barco. Encima del sistema de propulsión de la embarcación encontró un recoveco al que se aferró hasta llegar a Algeciras. Su padre ha muerto. Tiene dos hermanos y él, con 17 años, se siente en la obligación de sacar adelante la familia. Esa es la razón por la que puso su vida en peligro para llegar a España.
No son los únicos. Bilal, que estudiaba 3º de ESO, también salió de Tetuán con la misma edad que Hamza. Se marchó de casa por la noche sin decir nada a su familia para atravesar el Estrecho escondido en un camión. Y hay algunos niños y adolescentes más que, como ellos, una vez que pisan estado español, han de ser protegidos. La Junta cumple con la obligación de ejercer de padre y madre mediante la fórmula legal del desamparo a los menores desprotegidos. La tutela caduca el mismo día que cumplen la mayoría de edad.
En una de esas viviendas, baja a recibir a la-fm.es Bilal, quien apenas unos días antes había sido trasladado desde un centro de Huelva. Allí todos aprenden a vivir solos: cocinan, limpian y cuidan de su hogar. Ellos son unos afortunados, otros no corren la misma suerte. Bustillos reconoce que se sienten desbordados, especialmente desde que el colectivo Lacalle clausuró dos pisos en Algeciras destinado a estos jóvenes.De la noche a la mañana la Administración autonómica “se desentiende de ellos dejándolos en la calle”, denuncia Michel Bustillos, delegado de la ONG delegado Voluntarios por otro Mundo-Jerez. Desde hace cuatro años esta organización ubicada en Jerez ayuda a jóvenes ex tutelados. En esta organización, cien por cien voluntaria, a la que destinan sus esfuerzos 16 voluntarios y voluntarias posee dos pisos de emancipación, uno de cinco plazas y otro de once. Ofrece techo y comida a estos huérfanos del sistema.
Dos de ellos apenas entienden el español. Con temor preguntan por qué la grabadora está en marcha. Cuesta que se abran, que compartan su experiencia, cómo vivían en sus países de origen, sus temores… “En general, todos son muy vulnerables”, señala el delegado de la ONG. Khalid, es el más maduro, ha trabajado ya en España y chapurrea el español. Es una excepción. En Marruecos trabajaba en una carpintería. Reconoce que no es fácil dejar a “los que te quieren”, pero tiene tatuado en la conciencia que allí no les ayuda. El régimen, la sociedad, no son justos. “Si mi padre es rico, yo también voy a ser rico; si su padre es policía, ella mañana también es policía y si mi padre es pobre, yo también seré pobre, estudie o haga lo que sea porque los exámenes nos lo cambian… Si estudias o trabajas no vas a llevar un buen camino”.
El Estado ofrece ayuda para que, aquellos que lo deseen, sean repatriados. Sin embargo, en los cuatro años de vida de la organización ninguno ha querido volver. “Estamos generando una bolsa de peligrosidad y de riesgo muy alto; yo creo que no somos conscientes, y lo está generando el propio sistema”, alerta Bustillos. Según el responsable de la Voluntarios por otro Mundo aquellos adolescentes excluidos socialmente tienen un futuro muy oscuro, ya que muchos terminan por ejercer la prostitución masculina. “Por 20 ó 30 euros los meten en un circuito de prostitución. Estos chicos son invisibles. Es la única forma que tienen de sobrevivir sin que la ley esté muy encima, es un negocio que no es ilegal al ser mayores de edad y haber consentimiento, pero están obligados por una situación. En Jerez se da y mucho y es súper invisible”, explica.
Los chicos acogidos por la ONG jerezana firman un contrato por un año, prorrogable en función del itinerario de cada uno de ellos. Potencian la formación, aunque entienden que la prioridad es la inserción laboral. Cubren sus necesidades básicas: techo y alimentación. Si no han conseguido su meta en ese periodo, se le prorroga un año más. Lo habitual es que aquellos que estudian formación reglada permanezcan como mínimo dos años en la organización.
En la actualidad, cuatro chicos cursan grados medios de cocina, otro estudiando 2º de Bachillerato. El resto realiza prácticas en restaurantes, en cocina, en talleres mecánicos, otro se está sacando el graduado… porque la condición para estar bajo el cobijo de Voluntarios por otro Mundo es tener un itinerario formativo personalizado abierto de inserción laboral o educativo. “Aquí no puede estar un chico durmiendo y comiendo sin hacer nada”. “Hay una alta exigencia; a nuestros jóvenes no los verás a mediodía fumando y con una litrona en la calle. Les damos herramientas, no delinquen, no se prostituyen y poco a poco consiguen sus metas”, matiza Bustillos.
Uno de los primeros pasos es empadronar a los jóvenes para que tengan derechos y deberes. Como ciudadanos de Jerez, tienen derecho a tener una vivienda, alimentación. Reciben la atención de la trabajadora social y le presentan cada uno de los casos. Ella realiza un itinerario y un seguimiento a través de la ONG. “El chico sale de la calle, de alto riesgo de exclusión social y entra en una inserción. Cuando conseguimos que el chico se emancipe, le damos de baja en los servicios sociales y en la ONG”. El delegado de Voluntarios por otro Mundo celebra que con frecuencia los chicos consiguen la inserción laboral aunque, subraya, fuera de Jerez. Logran cambiar sus tarjetas gracias a las prácticas y a acuerdos con empresarios.
Desde Voluntarios Por otro Mundo persiguen varias metas: que maduren, aprendan español, un oficio, solicitar la tarjeta de desempleo… pero no pueden atender a todos los chicos inmigrantes que cumplen la mayoría de edad. A juicio de Bustillos, es una realidad social no atendida. Los chicos, conscientes del desamparo y las penurias que vivirían sin la ayuda de esta organización afirman que no les asusta. “Miedo por tu familia, cuando piensas en ella nada más, que tienes que ayudarla. A mí me da igual si me matan. Hago esto por mi familia y, si me matan, moriré orgulloso”, afirma Khalid sin atisbo de duda.
Reportaje realizado en diciembre de 2016.
Periodista.