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La eventualidad: la pesadilla del personal sanitario

Nuria y Amparo, al igual que otros muchos andaluces, pertenecen a la plantilla del SAS sometida a la vertiginosa empleabilidad temporal tras arduos años de preparación médica. Cuando concluyen sus contratos, la frustración y, en ocasiones la precariedad, son las que llaman a sus puertas.

Fotografía: Nuria Barros Gallego, licenciada en Medicina y especializada en Medicina Familiar y Comunitaria./ Cedida

“Mi meta más cercana es conseguir una plaza fija”. Nuria Barros Gallego (El Puerto, 1987), licenciada en Medicina y especializada vía MIR de Medicina Familiar y Comunitaria, tiene claro que abandonar su pasión no está dentro de su lista de propósitos personales. Amparo Marín Gutiérrez (Burguillos, 1984) está diplomada en enfermería y su sueño más próximo es alcanzar una estabilidad laboral que le permita desarrollarse profesionalmente tras el intenso estudio que conlleva un grado o carrera universitaria.

La reducción de la garantía del trabajo —ya iniciada en la democracia— ha generado la proliferación de la contratación temporal, de nuevas formas de empleo inestable y de altísimas cotas de desempleo que actualmente empapan la sociedad española. La precariedad en la sanidad pública ya no es una anécdota. El plano de su política laboral está plagado de una plantilla en la que más de la mitad de los trabajadores no dispone de plaza en propiedad, cuyas condiciones eventuales y rotatorias sentencian el porvenir de los jóvenes estudiantes que han apostado vocacionalmente por esta profesión.   

Como Nuria y Amparo, más de cinco mil andaluces siguen luchando por un puesto estable e inamovible en el Servicio Andaluz de Salud (SAS). No resulta fácil para todos “estar condenado” a largos y costosos concursos-oposiciones que, según la médica, “tardan varios años en convocarlos y otros tantos en resolverlos”. Afortunadamente, su independencia familiar y su contrato eventual con final cercano le permite compaginar sus estudios medianamente bien.

Amparo Marín Gutiérrez, enfermera./ Cedida

La nula conciliación familiar que le permite la contratación laboral eventual de Amparo, madre de dos hijos de seis y ocho años, dificulta el arduo proceso que supone someterse a este tipo de pruebas, además de los requisitos mínimos que le exigen para alcanzar una plaza dentro del limitado abanico de cargos disponibles.

No tenemos opción de horarios para el aula matinal porque entramos a trabajar antes de que abra. A mi pareja le están haciendo un favor en su empresa, cosa que a mí no me permitirían en mi trabajo”

Amparo Marín Gutiérrez, enfermera

El nivel de vida en tiempos de precariedad se ve afectado despertando, en muchas ocasiones, la inestabilidad emocional del trabajador, y la economía del hogar suele trasladarse a otro miembro familiar que posee mejores condiciones laborales. “Mi marido es técnico de mantenimiento y es su sueldo el que sustenta a la familia. Tenemos lo justo, que no nos permite ahorrar”, admite la enfermera, aunque no considera que el sueldo que recibe como miembro de la sanidad pública andaluza sea precario. En ello coincide Nuria, pues lo que verdaderamente les inquieta del SAS es que “enlacen varios contratos cortos para ocupar una misma plaza”.

Contratos reducidos que trastocan sus rutinas personales cada vez que cambian de empleo. Para la burguillera supone siempre un problema, ya que cada cierto tiempo tiene que compatibilizar su horario con el de su pareja a la hora de llevar a sus hijos al colegio. “No tenemos opción de horarios para el aula matinal porque entramos a trabajar antes de que abra. A mi pareja le están haciendo un favor en su empresa, cosa que a mí no me permitirían en mi trabajo”.

La portuense, por su parte, intenta sacarle el lado positivo a su eventualidad laboral enriqueciéndose a partir de las nuevas formas de trabajar según las características del centro en el que es contratada. Aprende de sus nuevos compañeros y su manera de funcionar, formando parte de nuevos equipos o actualizando sus conocimientos. Pese a ello, le preocupan otras cuestiones muy agotadoras como es el abandono de proyectos a medias, el impedimento de mantener una rutina de horario y, por lo tanto, la imposibilidad de organizar su vida personal.

La precariedad crece vertiginosamente y de manera negativa en el bienestar y calidad de los pacientes«

Sindicato Médico andaluz (SMA)

Además de poner en juego permanentemente el futuro laboral de su personal sanitario, el trato sanitario de los usuarios y usuarias se ve perjudicado cada vez que su médico de confianza abandona la plantilla. “Al cambiar de puesto de trabajo no puedes hacer un seguimiento de las patologías de cada paciente y su evolución según los tratamientos propuestos. Ellos, a su vez, no pueden adaptarse a tu forma de trabajar, no confían en ti y cuando lo consiguen, desapareces. Que un paciente no tenga confianza en su médico es lo peor que puede ocurrir”, sentencia Nuria. Y es que, tal y como señala Amparo, más vale lo bueno conocido que lo malo por conocer. “A los pacientes les gustan las caras conocidas, se sienten más seguros”, ratifica.

Quizás la situación laboral con la que conviven estas andaluzas no sea ni la mitad de fluctuante que la de otros facultativos. Como ya lo venía advirtiendo el Sindicato Médico andaluz (SMA), la precariedad crece vertiginosamente y de manera negativa en el bienestar y calidad de los pacientes. Resulta imprescindible la toma de medidas que erradiquen el elevado porcentaje de eventualidad sanitaria. Resulta imprescindible fomentar la oferta de plazas fijas que combata lo efímero de los contratos del personal sanitario quienes han sido y serán los que salven nuestras vidas.

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