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Para que germine la verdad, cine social pese a todo

El Festival de Cine Europeo de Sevilla, se ha celebrado contra todo pronóstico. Un elenco de mujeres han llenado la programación para ofrecernos auténticas joyas. Pelis, cortos y documentales, cargados de sensibilidad que han tocado realidades complejas y maltratadas por el patriarcado: la feminización de la pobreza, la prostitución, la gentrificación, la aporofobia, el activismo político, las mujeres palestinas o el racismo.

Andaluz y realizado por mujeres, también. Así se viene trabajando desde hace años en el audiovisual, para que nuestra vida se llene de fotogramas con los que aprender a transitar este mundo raro que nos ha tocado en suerte.

Este año, el Festival de Cine Europeo de Sevilla, se ha celebrado contra todo pronóstico. Atravesamos momento complicados para la cultura, el libre pensamiento y la creación artística. Aun así, un elenco de mujeres han llenado la programación para ofrecernos auténticas joyas. Pelis, cortos y documentales, cargados de sensibilidad que han tocado realidades complejas y maltratadas por el patriarcado: la feminización de la pobreza, la prostitución, la gentrificación, la aporofobia, el activismo político, las mujeres palestinas o el racismo.

De oprimida a oprimida te narro

Traer a un festival de cine trabajos realizados desde el activismo y con fuerte compromiso social, suele ser apuesta arriesgada. No tanto por la estructura que presentan los festivales, como por el alcance social y la falta de referentes de un público virgen en estas temáticas. A pesar de todo, las profesionales del cine, esas que todavía siguen siendo minoría en una industria híper masculinizada, se atreven a contar historias de otras mujeres. Narrar la vida de esas minorías, desenmascarar la opresión de las que son víctimas y su lucha por una vida digna.

Directoras como Rocío Huertas, Carmen Tamayo, Pilar Monsell, Marta Porto, Alba Cantero, Carlota Mojica o Débora Vargas, se han plantado detrás de la cámara en un acto revolucionario para contar lo que sus compañeros de profesión pasan por alto, en un claro ejercicio de situar la verdad por encima de la otredad. Es decir, por encima de ese reconocimiento que hacemos del “otro”como un individuo diferente, que no forma parte de la comunidad propia. Así asumimos nuestra identidad y espacio en el mundo. No es de extrañar que andemos cortos de humanidad y empatía. Ya es hora de curarnos la miopía y la sordera. Cuestionar el mundo que nos han narrado los hombres, para empezar a tejer uno nuevo, libre de violencia, sexismo y discriminación.

Ha llegado el momento de dar un paso más y dejar de categorizar el cine que hacen las mujeres como cine feminista»

Cartel XVII Festival de Cine de Sevilla./ Pepa Violeta

Más que mujeres

Quizás ha llegado el momento de dar un paso más y dejar de categorizar el cine que hacen las mujeres como cine feminista. Tirar a la basura esos post- it con los que nos encanta  señalarlo todo, para centrarnos en otras cuestiones como el contenido social y la mirada crítica, sello a la hora de hacer buen cine.

No es casualidad encontrarnos con todas ellas, bisturí en mano, rompiendo la carcasa de hipocresía en la que hundimos  una moral quebradiza. Recordándonos que lo social tiene que estar sí o sí como espacio obligatorio para una lucha revolucionaria. Dar voz y ayudar a romper las cadenas que nos encarcelan en no-lugares. Dejar de estar en la última página de la agenda política. Como público, nos merecemos también ser espectadores de otras realidades que existen y legitiman las desigualdades. Sin el trabajo de estas cineastas, el mundo se condena a vivir eternamente en esa caverna de la que que nos hablaba Platón, entre dos mundos separados por el conocimiento. Alegorías y más alegorías; que mientras más se alejan de la realidad, más infelices nos hacen.

De putas y yonquis

Con estas palabras se definía hasta no hace mucho, al barrio sevillano de La Alameda de Hércules. Gracias a la sensibilidad de Rocío Huertas  y a su proyecto ‘La Alameda 2018’ hoy tenemos la oportunidad de disfrutar de una mirada bien distinta de un barrio que fue cuna de la cultura underground sevillana. Arte, conciencia social, instinto de supervivencia, sentimiento de comunidad, economía colaborativa… todo eso también fue La Alameda. Hasta que la gentrificación llegó como una apisonadora, para controlar la vida de un barrio sobrante de alma y verdad, hasta convertirlo en centro neurálgico de la especulación inmobiliaria. Detrás de todo este proceso, han pasado años de auténtico desmantelamiento cultural y robo de identidad. Rocío, se mete de lleno en la vida de todos los personajes que aparecen en este documental maravilloso, para narrar las historias de quienes el discurso hegemónico dominante, satanizó sin miramiento. Ver y sentir desde los ojos de quiénes resisten, contagia, y eso al poder no le gusta nada. De ahí quizás el interés de este trabajo audiovisual, que nos empuja a reclamar nuestro derecho a ser comunidad y a que se respete nuestro valor identitario.

De vivir en la calle al teatro

Carmen Tamayo es la mujer que está detrás de uno de los proyectos más humano y empoderador, que he visto últimamente. Ha conseguido crear una compañía teatral con mujeres sin hogar, llevarlas de gira por todo el país con sus quejíos de diosas y ahora a la pantalla grande. Como muchas de estas actrices cuentan, jamás se imaginaban que pudieran alguna vez salir de la indigencia y la invisibilidad y mucho menos que sus voces llenaran el espacio de una sala de cine. ‘Mujereando. El quejío de una diosa’ es el culmen de un trabajo bestial, con un grupo de mujeres sin hogar que ahora gracias al teatro han conseguido escapar de la vulnerabilidad, para convertirse en mujeres indestructibles. La asociación cultural Cuenta 3 Comunidad creativa también respalda este proyecto que ha conseguido sacar de calle a un grupo de mujeres víctimas de violencia en todas sus versiones.

Panorama andaluz

Bajo esta sección, se han agrupado en el Festival de Cine Europeo de Sevilla no sólo los trabajos de Rocío Huertas y Carmen Tamayo; también los de Pilar Monsell, Marta Porto, Alba Cantero, Carlota Mojica o Débora Vargas, estas últimas haciendo de lo social experimento, en formato cortometraje.

‘Los que no siente’, una película construida a través de las imágenes capturadas por una joven palestina para narrar la vida de las mujeres en un territorio ya de por si hostil y ‘Una revuelta sin imágenes’, que nos habla del motín del pan, revuelta liderada por mujeres cordobesas en el siglo XVII, son algunas de las menciones interesantes de un festival donde las mujeres han centrado especial interés en el activismo.

Cuando hablamos de cultura, ser azote del poder, es prioridad»

Las profesionales que están detrás de todos estos proyectos audiovisuales, cumplen con creces con el objetivo, no siempre utópico, de hacer de la cultura un elemento imprescindible para la transformación social. Gracias al discurso crítico y afilado de nuestras creadoras, se consigue entrar en el meollo de las injusticias, reivindicado la necesidad de cambio, de revisión de valores y focalizando nuestra mirada hacia esos asuntos que ponen al descubierto nuestras continuas falacias.

Se acercan tiempos difíciles, pero viendo la capacidad de estas cineastas, no nos queda de otra que resistir como sea. Apoyar el cine andaluz realizado por mujeres y proyectos que a priori “no venden”. Ya estamos cansadas de esta mercantilización absurda. Cuando hablamos de cultura, ser azote del poder, es prioridad.

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