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Estas son nuestras armas

Desde el feminismo consideramos que las herramientas que deben de articularse sean a través de dos espacios fundamentales, como son la educación y la corresponsabilidad.

Fotografía: Una de las pancartas que se alzaron el pasado 15 de enero en Sevilla./ María Vidal

En todos los tiempos, en todas las culturas, siempre, las mujeres han participado activamente en el desarrollo de la sociedad y se han tenido que enfrentar al poder que las excluía. Cuando comienzan a organizarse y a tomar conciencia de género aparece el feminismo como teoría política y movimiento social, aparece el feminismo como un proyecto colectivo y emancipador. Somos muchas y diversas las mujeres que nos enfrentamos cada día a las situaciones de desigualdad que vivimos en esta sociedad patriarcal que somos, y en la que nos hemos socializado (Nuria Varela).

El feminismo como no puede ser de otra manera es transformador, es inclusivo puesto que lo conformamos mujeres muy diversas; es también un movimiento antirracista y anticapitalista, que se preocupa de las desigualdades ya no solo de género, sino también de la pobreza y las situaciones de injusticia que generan el capitalismo y su aliado el patriarcado. El feminismo intenta cambiar el individualismo que nos separa y aísla como sociedad, por sororidad y solidaridad, la base de una sociedad integradora, donde no se quede nadie fuera.

Las mujeres siempre hemos tejido redes de apoyo entre nosotras en pequeños grupos, en vecindarios, donde nos hemos acompañado cuando la sociedad no lo hacía. Tenemos y practicamos una empatía muy necesaria para poder ponerte en la piel de las personas con las que convives. Pero a la vez, estamos atravesadas por desigualdades y precariedades, según sea nuestra edad, raza, clase social, identidad de género, orientación sexual… Esto determina mucho en qué medida disfrutamos de más o menos derechos.

Aunque, si algo nos une a todas, es que nuestras vidas están marcadas por las desigualdades, por las violencias machistas, por la cosificación de nuestros cuerpos a través de la publicidad, por la precariedad de nuestros trabajos, por la NO corresponsabilidad ni de los hombres ni del estado en los trabajos de cuidados, que se nos asigna por la forma en la que nos socializamos, y que además nos genera culpa cuando no los podemos o queremos atender.

A todas las mujeres, de todas las culturas, el sistema patriarcal nos quiere en el espacio privado, en los cuidados, en hacerle la vida fácil y cómoda a la otra mitad de la población, al hombre. Por ello, siempre se ha reservado el espacio público para ellos y no para nosotras. Y también es por eso, por lo que el trabajo que se hace fuera de la casa es remunerado y el llamado trabajo doméstico no lo es. Cuando las mujeres accedemos al espacio público, lo hacemos a través de trabajos precarios.

Así lo recoge una investigación de la OIT, cuyo responsable Joaquín Nieto, decía literalmente: «De 3 millones de contratos a tiempo parcial que hay en España, mas de 2 millones son de mujeres, que además son involuntarios, puesto que ellas querrían tenerlos a tiempo completo, pero no pueden por los CUIDADOS, ese trabajo no remunerado que lo hacen sobre todo las mujeres (2/3), y que hace que cuando acceden al mercado laboral lo hagan en peores condiciones y a trabajos mal remunerados, creando una brecha salarial enorme«.

Necesitamos empleos de calidad para poder tener una independencia económica, que es la base para poder decidir tu vida.

Es a raíz de que las mujeres nos hemos incorporado al trabajo fuera de casa, es decir al espacio público, cuando nos encontramos que también cargábamos con el privado. Es algo a lo que aún no se ha incorporado la otra mitad de la población, que lo ven algo ajeno a ellos.  De ahí viene lo de la doble jornada que denunciamos constantemente, pero que no dejamos de hacer.

Por eso resulta tan importante disponer de unas herramientas con las que conseguir una sociedad más justa e igualitaria, donde no importe el sexo o la raza con la que naciste, el país y las circunstancias en las que te encuentres. Tenemos derechos por el hecho de que somos seres humanos merecedores de una vida digna.

Desde el feminismo, consideramos que las herramientas que deben de articularse sean a través de dos espacios fundamentales, como son la educación y la corresponsabilidad.

EDUCACIÓN

Es importantísimo que se nos eduque sin roles de género, sin diferenciar desde que nacemos qué tenemos que hacer en función del sexo con el que venimos al mundo. El rosa y el azul que dice Ana de Miguel, filosofa feminista y profesora en su libro ‘El mito de la libre elección’, donde elegimos ya desde la cuna el color de la ropa, si se le agujerean las orejas o no ( y en algunas culturas, a las niñas aún se les practica la ablación del clítoris) y qué tipo de comportamiento se espera de cada uno.

La gestión de las emociones es importantísima en las escuelas, sobre todo a edades tempranas. Al hombre se le educa para que exprese la ira, pero nunca el miedo, y a la mujer para todo lo contrario, que no exprese la ira y que tenga una actitud recatada y sumisa. En la adolescencia, se evitaría mucho sufrimiento con una educación sexo-afectiva, a partir de la cual se normalicen las diferentes opciones sexuales y de género, donde se informe para evitar embarazos no deseados, y sobre todo a las niñas, en la desmitificación del amor romántico que, como dice Coral Herrera Gómez en sus libros, “no se necesita esperar pasivamente la llegada de un príncipe azul, para estar completas y realizadas, sino que las mujeres somos poderosas por nosotras mismas, sin tener que buscar ninguna media naranja que nos complete…Ya somos una naranja entera.”

CORRESPONSABILIDAD EN LOS CUIDADOS

Tanto de los hombres como del Estado. Las mujeres tenemos que tener las mismas oportunidades que los hombres en el acceso al espacio público, y está claro que lo que nos lo impide es la obligación que se nos ha asignado por el hecho de ser mujer, a ser las únicas responsables de CUIDAR, renunciando a cuanto sea necesario para ello. Cuidar en todas las etapas de la vida, en la infancia, en la enfermedad, en la vejez, anteponiéndolo en ocasiones a nosotras mismas. Es necesario que la otra mitad de la población –nuestros padres, hermanos, parejas, hijos– asuman sus responsabilidades en los CUIDADOS.

Quiero terminar también con Nuria Varela que dice lo siguiente:

“El feminismo es una historia de éxito porque, como asegura Celia Amorós, ha mejorado todas las sociedades en las que se ha implantado».

“El silencio de las mujeres, mandato patriarcal por excelencia, se está rompiendo lo que significa que, con tres siglos de historia a sus espaldas, el feminismo tiene más fuerza que nunca en su empeño por hacer un mundo más justo, más sostenible, un mundo para todo el mundo”.

Juana Cla

Marea Violeta Jerez.

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