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La depresión: una nueva oportunidad vital

Las señales están ahí, pero normalmente las obviamos. Sin ser conscientes cada día, cada mes, cada año vamos cargando nuestras mochilas emocionales añadiendo piedras que, como marcan las leyes de la física, nos llevan a tocar fondo.

Nos caemos, pero no entendemos el porqué. Las presiones laborales, las emocionales –más agravadas aún por el rol de ser mujer– y esa ignominiosa necesidad de tener éxito profesional y al mismo tiempo ser buenas madres y esposas, unidas a situaciones de estrés sentimental puntuales son el cóctel perfecto que alimenta la depresión.

Nos creemos fuertes, indestructibles, en nuestro devenir diario. Mal cuidamos nuestra alimentación, las horas necesarias de descanso y sueño, nos sometemos a jornadas maratonianas de trabajo. Y nuestra sabia naturaleza te dice basta…

«Nuestro organismo, asolado de tanto desgaste, te obliga a parar. Nadie es inmune a la depresión, la palabra maldita y tabú que tanto se confunde erróneamente con estados de infelicidad o de vaga tristeza. Una enfermedad silenciada durante siglos y que hay que visibilizar para poder ayudar a quienes la sufren».

Nuestro organismo, asolado de tanto desgaste, te obliga a parar. Nadie es inmune a la depresión, la palabra maldita y tabú que tanto se confunde erróneamente con estados de infelicidad o de vaga tristeza. Una enfermedad silenciada durante siglos y que hay que visibilizar para poder ayudar a quienes la sufren.

Las tasas de suicidio en España son escalofriantes. Según apuntan los últimos datos de la Estadística de defunciones según la causa de muerte publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en el año 2020 un total de 3.941 personas se quitaron la vida en España y, por primera vez desde que hay registros, se superaron los 1.000 suicidios en mujeres en 2020. Esto significa que cada día se suicidan en España una media de once personas.

Y frente a esta durísima realidad las estrategias socio-sanitarias de los distintos gobiernos no ven una prioridad poner coto y freno a esta patología. Lejos de caer en el pesimismo, los profesionales de la psicología y psiquiatría, desarrollan una labor encomiable y fundamental. Sin embargo, no todos los enfermos pueden tener acceso público a ellos, especialmente a los primeros, que siguen sin formar parte de la nómina de trabajadores de la sanidad pública.

«Por primera vez desde que hay registros, se superaron los 1.000 suicidios en mujeres en 2020. Esto significa que cada día se suicidan en España una media de once personas».

Quien suscribe este artículo, y no me da pudor reconocerlo, precisó de sus servicios para poder salir del agujero. Salvo los bienintencionados deseos de amigos y familiares por ayudarte, son ellos quienes conocen las herramientas que precisas en ese durísimo trance. Esos en los que cuando tu reloj vital se para, te enseñan a darle cuerda y a engrasar tu maquinaria.

Aunque suene contradictorio, la depresión –salvo casos extremos– representa una oportunidad de encontrarte y de conocerte. Desde pequeños nos han enseñado a acudir al médico para aliviar las enfermedades físicas, mientras que hemos descuidado la parte más importante: el alma.

Nos enseñan a excavar en nuestros sentimientos, en nuestros traumas, nuestras frustraciones, a manejar las relaciones sociales y a derribar normas morales que socialmente nos han impuesto. Como seres humanos hemos descuidado nuestra salud mental en favor de la física, y ese desequilibrio tarde o temprano acaba por salir.

«Con 20 kilos menos de peso, ansiedad extrema y ataques inexplicables de pánico, y con un deterioro físico más que evidente salpicado por una aterradora presencia de síntomas psicosomáticos, pensé que ella se equivocaba. ¿Cómo buscar una explicación racional y positiva a esta situación, en la que mi cuerpo y mi mente habían perdido el control?».

Cuando sufrí depresión mi psicóloga me dijo una frase que me abrumó: “Algún día te alegrarás de lo que te ha pasado”. En ese momento, con 20 kilos menos de peso, ansiedad extrema y ataques inexplicables de pánico, y con un deterioro físico más que evidente salpicado por una aterradora presencia de síntomas psicosomáticos, pensé que ella se equivocaba. ¿Cómo buscar una explicación racional y positiva a esta situación, en la que mi cuerpo y mi mente habían perdido el control?

Con las terapias adecuadas y con la medicación precisa –no hay que olvidar que las causas de la depresión son biológicas, psicológicas, ambientales y sociales– esta enfermedad puede mejorar, si bien nunca desaparece totalmente. Porque siempre la espada de Damocles pende justiciera sobre nuestras cabezas y es más fácil de lo que se cree el mundo entrar de cabeza en este infierno.

La delgada línea entre la cordura y la locura se jacta de encontrar en la depresión su caldo de cultivo. Es fácil y comprensible querer acabar con el sufrimiento, y con el dolor, pero solo los valientes y luchadores son capaces de plantarle cara a esta patología. Porque hay que llamar a las cosas por su nombre: nadie padece voluntariamente la depresión. Los científicos hablan de causas bioquímicas para explicarla y la vinculan a la falta o escasez de serotonina en el cuerpo, entre otros factores; un escenario por lo tanto muy alejado de la tristeza.

Para salir de la depresión, por consiguiente, hay que empezar por ser humildes y sinceros, y reconocer que tú sólo no puedes controlar la situación. Y en segundo término no denigrar el hecho necesario de pedir ayuda o tomar medicamentos que la combatan. La ciencia se convierte en ese momento en nuestro gran aliado, frente a quienes hablan de la química de la medicación como una bestia negra.

Cada día, diez años después de mi gran caída, respiro aliviada por saber que superar la depresión es posible. Que gracias a ella nació una nueva personalidad en mí donde el cuidado y protección personal son mi máxima vital. Que, gracias a ella, se aprende a valorar más la vida y la de quienes te rodean, y a priorizar los asuntos que nos atañen en el día a día. Que en lugar de ocultar este capítulo de mi pasado, me enorgullece estar aquí viva para contarlo y para poner mi experiencia al servicio de quien lo necesite. Yo tuve esa ayuda gracias a personas como Ángela, mi psicóloga y de forma incondicional en mis padres, familiares y amigos.

Como seres sociales nos necesitamos los unos a los otros, y en esta sociedad, cada vez más globalizada, es fácil encontrar explicación y apoyo a todo lo que lleva asociada la depresión. De la depresión se sale no nos cabe duda… y lo más importante: te da una nueva oportunidad de VIVIR. Aprovéchala. Carpe diem.

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Susana Padilla

Periodista.

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